05 julio 2012

Cibrián-Mahler en Rosario: una versión expurgada de Excalibur

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02/07/2012
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Según la fecha estricta que me dicta el contador analítico de este blog, la última vez que publiqué una entrada fue hace casi un mes. Casi un mes, nada más, y ya me empezaba a resultar mi propio sitio un extraño... 

Un mes, claro, implica un mes de no haber podido encontrar ni las ganas ni el tiempo—¡y sobre todo el tiempo!—de visualizar la próxima nota, de pensar ociosamente para hallar la sensación de libertad, la famosa inspiración para así soltarse y escribir. ¿Será que me avoqué, aunque otra vez con escaso tiempo, a otros géneros?

Ahora, por ejemplo, debería sentarme a contemplar los pronombres posesivos en français. Pero tengo una nota en mente que ya tuve que postergar, y ahora que puedo vislumbrar el texto... Así que Monsieur Français, je t'adore, mai... tendrás que esperar. 

Para no sentirme demasiado ociosa por permitirme esquivar el estudio a pocas horas del examen, escucho mientras escribo—y sí, escribo en primera persona—escucho mis canciones favoritas de un musical que sí debe valer la pena ir a ver. Se trata de la indescriptible puesta canadiense de la comédié musicale (o como se acentúe) de Don Juan. ¡Vale la pena la digresión!

05/07/2012
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Excalibur en Rosario

¿La puesta que no cumplió con la apuesta?
                                                                  
¿Qué se espera hoy en día del teatro? ¿Qué espera el espectador del siglo veintiuno cuando elige ver una comedia musical en torno a la figura del Rey Arturo?

Por lo visto, Shrek III logra un Merlín mucho más afable, y un Arturo decididamente más ingenioso, astuto y creíble que el agradable a la vista pero no al oído de Excalibur, el musical que se presentó el sábado 30 de junio en Rosario de la mano de la reconocida sociedad artística Cibrián-Mahler.

Para quienes hemos sido espectadores de otras puestas del inconfundible dúo (El Fantasma de Canterville, 2004 y Otelo, 2009, en este caso) en Excalibur apenas si se vislumbraron algunos escasos restos de la óptima calidad músico-actoral que suele caracterizar a las funciones.

Sin entrar en detalles comparativos entre la leyenda y la puesta, entre lo que dicen los libros y el musical, la función del sábado a duras penas cumplió las expectativas del público en general. Ya desde el comienzo, el hecho de que en el acto de obertura sólo un tercio del total de los actores cantara en vivo (los otros hicieron playback) fue un golpe bajo. Atrás quedaron esos días en que llegaba el musical de Cibrián-Mahler con orquesta en vivo (así fue, lo recuerdo bien, en El Fantasma de Canterville), pero, más allá de los viejos tiempos, ¿no podían abrir la puesta con un poco más de dignidad artística y cantar sobre la pista, como se hizo durante el resto de la obra? Más aun porque la primera canción era, precisamente, el tema principal, tema que acompañaría las escenas más memorables, tema que sonó en la publicidad televisiva del producto, tema sobre el cual Mahler ha hecho bellísimas variaciones instrumentales, de tempo, etc. En fin, vuelta de página...

CONJUNCIÓN ARTÍSTICA: ¿más efectista que eficaz?
Luego de un comienzo dudoso, el siguiente cuadro trajo a escena a dos de los personajes principales: Arturo y Guenévier—vaya a saber Dios por qué esta traducción del personaje de Guinevere resultó la favorita; hay tantas otras en español que suenan más naturales y frescas o por lo menos familiares. 
Con un vestuario más efectista que verosímil y más práctico que prototípico, los personajes de Arturo y—cuesta escribirlo—Guenévier hicieron su primer acto de presencia junto a sus respectivos padres en la ficción: entre cannon y a dos voces, la armonía vocal que lograron Sol Montero* (como G.) y Rodrigo Rivero(como Arturo) fue casi perfecta, y los reyes padres no se quedaron atrás. Incluso el recurso espacial  del que se sirvió el director para presentarlos fue, si no muy creativo, al menos más que interesante. Como en las viñetas gráficas divididas en dos que muestran, mágicamente, dos sucesos en un solo cuadro gráfico, Arturo y G. subieron y bajaron escaleras al trono mientras cantaron y danzaron como personajes en circunstancias diferentes pero mostrados en simultáneo. Así, el efecto visual fue doble: desde el espacio, los actores cantaron espalda con espalda, como si no pudieran verse; en cuanto al canto propiamente dicho, lo hicieron algunas veces al unísono, otras en cannon, otras por turnos... La variedad fue el factor clave que hizo de esta escena una de las más originales.

Hasta aquí la figura de Juan Rodó (en su rol de Merlín) brillaba por su ausencia, pero lejos de lo que pueda creer el lector, esto no interfería con el desarrollo lógico de la historia. Los cuadros más aplaudidos en general resultaron, curiosamente, aquellos en los que participaban Morgana (Candela Cibrián) y sus secuaces, y no los tortolos legendarios. Una confesión: cuando llegó Merlín, mi compañero de butaca y yo recibimos una suerte de shock audiovisual.

Desde el andar físico hasta su proceder lingüístico, el personaje de Merlín como tal dejó bastante que desear. Ahora bien, Rodó no dejó de lucirse cantando. Hasta diría que se lució más como cantante que como actor: manejó la amplitud de su registro y la respiración como ninguno—y eso que todos, absolutamente todos aquellos que cantaron en vivo lo hicieron con un profesionalismo exquisito, en medio de bailes extravagantes, del ajetreo teatral y la adrenalina. No es fácil cantar en semejantes circunstancias, ni siquiera se puede confiar demasiado en un entrenamiento constante. Se precisa ir al detalle, hilar bien fino además de haber trabajado con constancia para alcanzar la excelencia que lograron los actores de Excalibur en cada verso. Por eso, si bien el personaje de Merlín de tanta sátira rayaba un poco en lo ridículo, al menos compensó bastante por el lado del canto, y algo por el lado de lo actoral. Pero ni los ademanes al estilo Johnny Depp como Capitán Sparrow en Piratas del Caribe ni el discurso híbrido entre un español neutro con marcas extraordinarias de rioplatense y algunas tácticas del absurdo lograron convencer(me) de lo atinado de este personaje. Quizás Pepe Cibrián lo quería así, quizás quería un Merlín extravagante, algo destartalado, rimbombante y poco elocuente, y hasta diría yo, un tanto demasiado desalineado. En mi opinión, la construcción de Merlín fue en parte un desacierto, ¡le faltó barba, le faltó ingenio! Aunque su vestuario fue bastante original, y si lo que se buscaba era romper con las expectativas, salirse del Merlín más o menos prototípico, se logró. Sin dudas, se logró y con creces.

MUCHO RUIDO Y...
Mientras el clima de la obra osciló siempre entre lo trágico y lo cómico, lo "elevado" o "alto" y  lo "bajo" en términos estilísticos de Auerbach, el señor sentado a mi derecha bostezaba de vez en vez y controlaba sin disimulo la casilla de mensajes de su BlackBerry. En contraste con esta visión, unas butacas más adelante, en la misma fila, una señora lagrimeaba (¡también sin disimulo alguno!) ante una supuesta escena melodramática entre Arturo y Merlín: y sí, Guenévier había caído muerta, y durante unos interminables minutos se estiró y se estiró su regreso al mundo terrenal de manera que con mi espectador amigo habíamos caído en la lisa y llana risa. ¿Será que somos unos descorazonados? No, no, eso no pudo haber sido... Me faltó atmósfera de verosimilitud, sensación auténtica de inexorabilidad. El llanto bien recreado en un escenario (aunque no sea llanto explícito) puede evocar el llanto, sí. Pero el llanto artificial, ah... Si sabré de esos. Esos no conmueven ni a los muertos. Esos causan más sorpresa que congoja, más risa que empatía, más ganas de controlar los mensajes en el celular que otra cosa.

A pesar de las cruces y no sin sus propios aciertos, Excalibur podría definirse como un espectáculo diferente por el carácter efectista a nivel visual del musical en su conjunto. El guión no es extraordinario, la música es excelente, pero los verdaderos protagonistas son el vestuario y las luces, el carácter lúdico de la iluminación. Si bien la puesta original apuesta a más efectos visuales, Excalibur es, por momentos y con creces, una experiencia teatral casi tridimensional. Los juegos de luces están pensados en perfecta sincronía con la temática de las escenas, con la danza y la música. Y si bien el bosque está desprovisto de elementos que transporten, valga la redundancia, al "bosque" propiamente dicho, el espectador, partícipe activo de la iluminación, llega (casi) a codiciar la reluciente espada en manos de Arturo.

BUENOS AIRES: MÁS Y MEJOR
Con un guión en apariencia pensado para Latinoamérica más que para Argentina, y con atisbos escasos de color rioplatense, Excalibur tuvo, en mi opinión de crítica (poco) especializada en el tema, sus cosas buenas y sus cosas malas. Pero claro que no hay nada mejor que ver por uno mismo. Así que, si a pesar de todo, espectador, usted tiene esas ineludibles ganas de volver al teatro, volver después de meses o años que hace que no iba, entonces acérquese a nuestro emblemático teatro El Círculo, vaya y vea por usted mismo, no confíe en la subjetividad de quien escribe, porque al fin y al cabo, en estas vacaciones de invierno Excalibur hará su retorno al Círculo. Vaya, vaya con su hermano/a, sus primos/as, sus hijos, amigos... Vaya, y lléguese si puede hasta Buenos Aires para verlo, que por el material que circula en la Web, a Rosario sólo nos ha llegado la cuarta parte de lo que es la propuesta original. La verdad, se esperaba más.   


* * N.B de la autora: En la presente nota fechada el 05/07/2012 escribí que los personajes de Guenévier y Arturo habían sido interpretados por los actores Luna Pérez y Emilio Yapor (función del 30/06 de Excalibur en Rosario). Estos datos son incorrectos. En la función del 30/06 en Rosario, Excalibur se presentó con los actores Sol Montero y Rodrigo Rivero en sus roles de Guenévier y Arturo respectivamente.

Para comunicarse con la autora de este blog puede escribir a: morgantr89@gmail.com o bien dejar su comentario al pie de cada artículo. 

8 comentarios:

  1. Concuerdo absolutamente. Diferente sí es, pero a veces lo diferente no cubre las expectativas.

    Merlín parecía haber fumado alguna hierba rara. Guenévier (¡vaya si cuesta escribirlo!) era física y vocalmente una doncella pero actitudinalmente (me sale el profe) un caballero poco caballeroso pasado de hidromiel en la taberna. Arturo tenía el físico de un pitufo de Blancanieves.

    Aún así, concuerdo en que musical y visualmente es impactante y convence por ese lado.

    Tal vez si hubieran traído el espectáculo completo y no sólo retazos, hubiera sido bueno. Las medias tintas no convencen al público, me extraña que convenza a los artistas que llevan a cabo el espectáculo.

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  2. ¿Quién no ha querido ser Lucy si ello acarrea una pasión tan desenfrenada por tan impactante vampiro? ¿Quién no ha querido ser Mina si ello implica ser la Musa de las mejores canciones entonadas por un artista tan sensacional? Pero quien ha vivido más de una vez, y no dudaría en volver a vivir, la magnífica puesta en escena de Drácula, e incluso Las Mil y Una Noches, con sus inmortalizadas canciones Daría mi reino y Será, no puede dejar de sentirse engañada ante un espectáculo que no cubrió -ni rozó- sus expectativas.

    Vestuario de bufón, música infantil y diálogos (¡diálogos, por Dios, cuando no queríamos sino escucharlos cantar!) interminables, repetitivos y tediosos ... como si nos quisieran rellenar las dos horas de espectáculo... fueron los tintes que oscurecieron aún más una puesta que involucraba personajes inverosímiles, historias expuestas jamás desarrolladas y un cantar sobre la pista que no logró engañar a nadie.

    Imagínate de Ginevra (me niego a aceptar cualquier otra traducción), el turno de Merlín y Morgana (y pensar que creí que ahí comenzaba la verdadera historia y todo quedó en una buena canción, magníficamente entonada por supuesto) y la actuación del rey (¡pero cómo, ¿eso no era Hamlet?!) fueron los únicos momentos en que esta humilde espectadora encontró algo de lo que había ido buscando.

    Un desperdicio teniendo en cuenta la calidad de los artistas y del equipo de producción, que han sabido traernos a Rosario, en mejores y más memorables momentos, las historias, los personajes y las canciones más emocionantes vividas alguna vez.

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  3. qUÉ DECIR... Invaluables ambas sus críticas, no tanto por sus opiniones, sino por lo majestuoso de su estilo, colegas. Me honra alojar sus "comentarios" (¡pero si son mini-ensayos!) en mi humilde sitio reducido al nombre digital y disonante de "blog".

    Gracias por leer, siempre se agradece eso, y gracias totales por comentar. Los veo próximamente, en cines o en la desdichada vida real.

    Saludo cortés al estilo Marie de France,

    D.

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  4. me pregunto: si tanto saben de estructuras narrativas audiovisuales y de aciertos teatrales, por que no escriben su propio espectaculo? cuantos musicales han visto? cuantos ensayos han leido?
    solo leo aqui criticas poco especializadas, superficiales y de una falta de respeto poco etica.
    estudien, vean, oigan, manejen un taxi y luego dediquense a la critica teatral. por que no a la escritura teatral? y estrenen!!! ojala algun dia estrenen!

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  5. Ah, nada más lejos de mí que haber estudiado, estar estudiando y, ya que lo menciona, querer estrenar. Os lo aseguro, Sr. Anónimo. Tengo pendiente de registro de autoría un musical... Usted me hace recobrar las esperanzas de que pueda algún día lograrlo. Ha dado usted en la tecla, y hablando de teclas, mi especialidad es en piano, he visto unos cuantos musicales en vida, he participado incluso de algunos (lo cual no dice que lo haya hecho con excelencia, ni siquiera con virtuosismo, y no es falsa modestia) y, por último, si le parece superficial el conjunto de críticas aquí disponibles, pues lo más recomendable sería entonces que no las lea. Personalmente no me gusta leer lo que no me gusta leer. Gracias por su comentario, y mi medio predilecto es la bicicleta. ¡Saludos!

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  6. Quería comentar que al leer la nota advertí un importante error. Los papeles de Arturo y Guenevier no son interpretados por EMILIO YAPOR y LUNA PEREZ LENING, sino por RODRIGO RIVERO y SOL MONTERO. Los primeros fueron los encargados de realizar los primeros meses de la obra. Seria interesante que lo puedan corregir.
    Muchas gracias.

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  7. Corregido. Muchas gracias por advertirlo.
    Saludos.

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  8. Ignacio Andrés Amarillo23 de agosto de 2012, 3:06 p. m.

    Si no me equivoco, a Rosario no fue Candela Cibrián como Morgana (Candela se bajó junto con Luna, Emilio, Penny Bakl, Diana Amarilla y varios más) sino Florencia Spinelli.

    Saludos

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