13 septiembre 2012

"Intouchables" (FR) o "Amigos Intocables" (ARG) o "Untouchable" (UK)

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Un film para ver

     …y verse
                                               
Con lo caras que están las entradas al cine, ¿quién paga una dos veces? Yo no... Excepto cuando descubrí que ya se había estrenado "Amigos Intocables" (Intouchables, por su título en francés). La vi un sábado y supe que volvería a verla... al domingo siguiente.

Ya el anticipo de la película nos dibuja un número siete en cuanto a la cantidad de premios obtenidos a nivel internacional, y aunque el número podría prometer más de lo que cumple, la verdad es que se merece diez premios más.
Intouchables cuenta la historia de dos hombres cuyo vínculo trasciende el mero (y obligado) trato laboral: a medida que se gesta entre ellos un código de la más espontánea y genuina amistad, los personajes de Driss y Philippe se muestran tan reales como los originales.
Con un protagonismo compartido, los actores François Cluzet (en el rol de Philippe) y Omar Sly (como Driss) entablan conversaciones tan verosímiles y emotivas como divertidas. La risa se apodera de la sala desde el comienzo. Cuando Driss, un muchacho adoptado por sus tíos, proveniente de Senegal y habitante de los suburbios de París, acepta a regañadientes el desafío de cuidar de Philippe, apenas si percibe la magnitud de la realidad circundante: su futuro empleador es un rico fanático del deporte extremo en condición de cuadripléjico y cuyos únicos nervios activos son los faciales.

El dinamismo de los planos, los colores, un enredo amoroso epistolar que protagoniza Philippe y la música que cálidamente ambienta cada escena clave nos hacen olvidar de que la vida que lleva Philippe es bastante limitada. Es que cuando Driss entra en su vida, exprime al máximo todo aquello que su paciente sí puede hacer, lo contagia con su propio sentido del humor y su torpeza, y pronto descubren que no son tan distintos como parecen. Ambos cuentan con un don excepcional, aquel que supera cualquier obstáculo físico y el valor de cualquier objeto material: un buen sentido del humor.

Eso sí, la trama no deja de contar con un tinte nostálgico, rasgo del que se ocupa muy bien el piano de Ludovico Einaudi desde las primeras escenas. Aunque, hay que decirlo, el ánimo no tiene muchas oportunidades de caer: el libreto juega con el humor negro de manera constante, desde las palabras hasta las imágenes y la música disco. La banda sonora es excelente, da con el clima de las escenas casi por ósmosis. Y la fotografía juega con planos muy interesantes, paisajes urbanos y naturales que nos sumergen en la pantalla hasta el punto de que nos sentimos espectadores omnipresentes, invisibles pero testigos de una amistad que va cediendo ante nuestros ojos. No hay demasiado tiempo para largarse a llorar. Ni para aburrirse. Puede sonar paradójico, pero las escenas más conmovedoras en esta película derivan en la risa. (Salvo una o dos en particular, que a los fines prácticos me  las voy a ahorrar en esta crítica).



Hablemos de la bande sonore
Mientras que Philippe adora la música clásica, hay una escena notable en la que Driss se apodera de la pantalla al ritmo de dos canciones inolvidables de los 80 que invitan a bailar en la butaca (y a las quejas de los de al lado, ¡que se las lleve el viento, la tierra o el fuego!). Es innegable que el comienzo de los títulos con September, de Earth, Wind and Fire, el film nos hace entrar en la historia "como por un túnel", pero con Boogie Wonderland Omar Sy es como el personaje de Billy Elliot cuando deslumbra al estricto jurado de la Academia de Danza. O como la chica de Flashdance, que cuando se suelta y aflora su verdadero ser a través de la música, nadie la puede parar. El personaje de Driss tiene, en esta película, su "momento Flashdance". Siente la música y baila por él y por Philippe, quien lo disfruta tanto como si fueran sus propias piernas las que se mueven a lo disco.

Pero el contraste con los clásicos no pasa inadvertido. La música y el arte desfilan frente a nuestros ojos de modo que, quien interpreta las alusiones está con Philippe, y aquel que es más feliz en la ignorancia juega para Driss. Ambos igual de valiosos, complementarios, relevantes y sí, intocables.

Aparte de estar basada en hechos reales, se trata de una película que está bien contada. El principio es parte del final, o bien el final nos remite al principio, y en realidad el todo es un combo de chistes tan ingenuos como ingeniosos, bromas que surgen de la espontaneidad del momento y que hacen reír hasta al más amargo de los mortales (rió mi primo). Para los que se quedan más tranquilos si le encuentran algún "mensaje", algún "sentido", esta es la clase de película que nos hace pensar, reír y a la vez reflexionar. No hace falta una gran sensibilidad para salir de la sala amigado de la vida, con ganas de valorar más cada momento, empezar a animarnos a ser nosotros mismos, por las dudas de que el tiempo llegara a depararnos algún infortunio semejante al de Philippe. No debe ser fácil dar con el climax justo, entre la risa y las lágrimas, entre el humor y la emoción, entre la conmoción y la carcajada, como lo hicieron Olivier Nakache y Eric Toledano, directores y guionistas... Ni hablar de la música de Ludovico Einaudi; ya sé que ya lo mencioné, pero es que es verdad que su piano acompaña los paisajes como ningún otro instrumento podría haberlo hecho en esta película.

Untouchable es una película para no dejar de recomendar, con un francés exquisito y  de registros variados. Eso sí, esta crítica falla desde el comienzo, porque poco o nada de lo que se diga sobre esta historia convencerá tanto como ella misma puede hacerlo. Un film para no dejar de ir a ver y verse, recordar que la vida es una sola y que nos pasa por encima si no la sabemos aprovechar. Para ver con amigos y para ver en familia. (Y sí, para pagar dos entradas, porque vale la pena). ♦ ♦ ♦ ♦ 

1 comentario:

  1. Lindo artículo. Concuerdo en que es difícil hacerle justicia. Es tan realista que cala muy muy hondo. Tiene el ritmo del cine francés, pero se le añade el dinamismo del humor y se vuelve una experiencia fascinante. Me gustó mucho, yo no pagué dos entradas porque no tenía con quien ir a verla de nuevo (ir solo al cine no me gusta desde hace un tiempo).

    Driss me daba Jameson, me daba Bronx, me daba hip-hop físicamente (más por los auriculares que usaba). Fue una sorpresa que escuchara Earth, Wind and fire y no a Snoop Dogg. No tengo nada contra Snoopy, pero yo lo tenía encasillado ahí (soy muy del cine mainstream, eso es lo que pasa) y entonces me sorprendió.

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