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“Un tabernero adentrándose en el Reino del Cielo”:
¿Es verdad que Mark Twain odiaba a Jane Austen?
INTRODUCCIÓN, TRADUCCIÓN Y NOTAS*
por Delfina Morganti Hernández
1. INTRODUCCIÓN.
La Prof. Emily
Auerbach escribió
un ensayo diferente. Su texto va más allá de las seis obras maestras de Jane
Austen; incluso va más allá de las cartas, de la colección de primeros poemas y
demás esbozos, conocida cono Juvenilia.
No obstante, el ensayo que escribe Auerbach a propósito de Austen se halla tan
intrínsecamente relacionado con la obra de la autora en general y con su
ingenioso estilo, que la profesora no puede dejar de citar
parte de sus descripciones y a unos cuantos de sus personajes. El texto que
presento más abajo se trata, sin más, del ensayo de un ensayo: Emily
Auerbach escribe sobre lo que escribió Mark Twain sobre Jane Austen. Y como si
estos tres no fuesen ya multitud, yo vengo a aportar la traducción de ese ensayo, el de Auerbach, al español.
Cabe aclarar que el texto escapa al
terreno de lo metafísico: Auerbach realiza un estudio minucioso, casi
científico, de la crítica que hizo Mark
Twain sobre la ficción de Jane Austen. Y Auerbach no escribe solo para
dar a conocer las palabras de Twain y contestarle, sino también para exprimir
el discurso del autor desde todos los ángulos posibles y reformularlo, no sin argumentos,
a favor de las especulaciones propias de una verdadera estudiosa de la obra de
Jane Austen como es, sin duda, Emily Auerbach.
Sin proponerse alterarlas del todo, la
ensayista hace tambalear las primeras lecturas, lineales e inadvertidas, que se
podrían hacer del texto de Twain, “Jane Austen”: leyendo a Auerbach nos parece que viene a desmontar una farsa, a quitarle a Twain esa máscara que le hacía decir
que los personajes de Austen le aburrían, lo cansaban, le disgustaban.
Debido a que no se limita a escribir el
ensayo de un ensayo, Auerbach centra su texto en torno a la cuestión de hasta
qué punto podemos creerle a Twain que sentía ese aborrecimiento desmesurado cuando le nombraban a Jane Austen. ¿Hasta qué punto —esa es la
pregunta— se le puede creer a un autor que era un especialista del doble
sentido, la ironía, el sarcasmo y la lógica del absurdo? ¿Hasta qué punto se
puede confiar en él, incluso al toparnos con el legado de sus argumentos provinientes de su propia pluma, ya sea en cartas, en frases memorables o hasta en un ensayo
con el nombre de la autora contra la que despotrica?
Con todo, el corpus de evidencia presentado por Emily
Auerbach es más que convincente para sospechar que detrás de tantas injurias a
los personajes de Austen, habría en Mark Twain una profunda admiración de la literatura que
sale de la pluma de esta autora. Si al principio Auerbach postula lo que aparenta
ser una apreciación personal sobre el vínculo literario entre los dos autores, Twain y Austen, antes de llegar a la mitad de la argumentación la atmósfera de
verosimilitud creada por una investigación más que contundente nos hace
entrelazar nuestra mano con la de Auerbach para seguir juntos por el camino de
la sospecha contra Mark Twain y a favor de Jane Austen.
Gracias a que Auerbach evita las digresiones y, en
cambio, ofrece una argumentación precisa, un estilo inteligible y un tono tan
fluido y entretenido, todo parece jugar a favor de la tesis que nos propone.
Ensayo
de un ensayo: una breve aproximación al texto de Emily Auerbach
Si bien no han tenido la dicha de
conocerse tête-à-tête,
existe una suerte de vínculo dialógico entre Mark Twain y Jane Austen. Como nos
recuerda Auerbach, Jane Austen fallece a los cuarenta y dos años, en 1817, casi
dos décadas antes de que naciera Mark Twain en 1835.
El autor ataca sin piedad a Jane Austen y sus personajes. Sin embargo, parece que si hay algo que a
Twain no le faltó a la hora de comenzar un escrito sobre Austen fue,
precisamente, el conocimiento de gran parte de su obra. Aun cuando él mismo
afirma lo contrario, Auerbach sostiene que si Twain hubiese realmente ignorado
las novelas de Austen, no habría revelado, a lo mejor sin querer, el haber
llegado a leer más de la primera mitad de Sensatez
y Sentimiento.
Ya sea en los textos que constituyen su
obra ensayística o en los que conforman su ficción, Mark Twain (seudónimo con
el que se conoce al escritor Samuel Langhorne Clemens) recurría a un tipo de
recurso retórico similar al empleado por la misma Jane Austen en sus relatos de
la denominada landed gentry (aristocracia terrateniente). Sin
pretender encontrar grandes semejanzas entre la prosa de ambos autores, la ironía es, sin duda,
un elemento recurrente en sus obras. Tanto Mark Twain como Jane Austen (y tal
vez no habría que discriminar en esta consideración a un tercero, Oscar Wilde) cultivaron en reiteradas ocasiones el sarcasmo, no solo
en la ficción, sino también en la vida real. Así lo demuestra gran parte de
la correspondencia que mantenía Austen con su hermana Cassandra y su sobrina
Fanny. Para retomar un breve ejemplo a partir de The Letters citado por Carlos José Restrepo en Jane Austen, la comedida perfección,
el tono irónico de la autora no pasa desapercibido: “Ayer la señora Hall, la de
Sherborne, trajo al mundo un niño muerto, unas semanas antes de lo que
esperaba, a causa de un sobresalto. A lo mejor fue porque de repente le vio la cara a su
marido”. A su vez, Auerbach ha sabido seleccionar
citas más que relevantes que demuestran el carácter para nada sumiso de la personalidad de Twain, un rasgo de personalidad típico en Jane Austen.
Pero aparte del uso estratégico de
recursos retóricos en común, Austen y Twain dejaron entrever a partir de su prosa una escala de valores que muchas veces resulta parecida si comparamos sus obras. Su visión
de las clases sociales altas y de los personajes representativos de la élite
gobernante se hace evidente a través del modo en que, en la ficción, aprovechan para someter a estos grupos al
ridículo: aquellos que en la vida real encarnan símbolos inmaculados del honor
y el prestigio juegan en la ficción de ambos autores los papeles más
risibles, a la vez que las damas de alta estirpe y magnánima presencia resultan
las más quisquillosas y desagradables.
En su ensayo, Emily Auerbach retoma
estratégicamente estos ejes de paralelismo en el contenido que ofrece cada
autor y pone ante los ojos del lector una ingeniosa recopilación de fragmentos
de novelas, cartas, citas y hasta escenas cinematográficas incluso ajenas a la
literatura Austen-Twain. Todo ello acaba por avalar su perspectiva crítica y
validar, en gran medida, su tesis en cuanto a cómo se podrían leer las
afirmaciones de Twain cuando este advierte que encuentra los libros de Austen
tan insoportables que “una vez que uno [los] suelta, directamente no puede [retomarlos]” (Auerbach, 2004: 296).
Dada
la sorprendente brevedad y el carácter inconcluso del texto de Twain contra Austen, Auerbach logra hacerse eco de la
totalidad del ensayo “Jane Austen” sin que en ningún momento el tono de la
profesora, su estilo o la riqueza de su argumentación lleguen a tornarse tediosos
para el ojo lector. Y como si citar a uno y a otro autor no hubiera sido
suficiente, Auerbach alimenta constantemente su tesis con reiteradas
instancias de intertextualidad. (No es para menos si se pretende rematar con
éxito una obra —por más breve e inconclusa que sea— que nos ha legado el
mismísimo Mark Twain, autor con “peligroso” [las comillas son mías] historial
de sarcasmo).
De este modo, valiéndose de las palabras
de Twain contra Austen (“… Jane Austen […] hace que deteste a toda su gente, sin escrúpulos”)
y también de los improperios que él enunció sobre los personajes de
la autora (“Lucy Steele […] es una aduladora, una entrometida…”), parecería como
si Auerbach se dejara llevar más por lo que Twain no alcanzó o no se atrevió a
decir que por aquello que sí dejó escrito y explícito en “Jane Austen”. Desde la óptica de Emily Auerbach, Twain seguramente se sintió cautivado por Austen hasta
un grado de fascinación tal que la admiración por la autora le habría infundido un
terrible miedo por el qué dirán de sus colegas. En definitiva, la profesora
acaba por conceder a Twain el beneficio de la cobardía antes que el del
orgullo: el escritor habría sentido una suerte de pánico escénico si hubiese tenido
que confirmar que no solo había leído a Jane Austen, sino que, además, sus obras
ocupaban un lugar predilecto entre los libros de su propia biblioteca mental y fuentes de inspiración.
Por último, Auerbach cuestiona, desarma, especula y deduce a partir de lo implícito en “Jane Austen” sin caer en
la banalidad ni en la cursilería. La ensayista va tras las huellas de lo que ha
quedado mudo, del adjetivo que fue suprimido o el párrafo que resultó
eliminado, y encuentra las pruebas que necesita en el tono poco convincente y
algo contradictorio que puede haber traicionado al instinto intelectual (cuasi)
asesino de la crítica despiadada de Mark Twain. ¿Un motivo para creerle a
Auerbach? Ya previo al ensayo sobre Jane Austen, Mark Twain contaba con un
largo historial de críticas similares proferidas a otros autores. Tal como cita
Auerbach, una de las víctimas de Twain había sido Fenimore Cooper, a quien el
autor colocó en la cúspide de los hacedores más importantes de crímenes contra
la literatura. Sin embargo, leyó sus obras.
Antes de librar al lector al texto en
español, le advierto que he optado por introducir un sistema de notación
propio. La decisión se debe a que, si bien el texto original cuenta con notas,
al no disponer de él en papel, he tenido que resolver la cuestión
de las citas remitiéndonos a todas y cada una de las fuentes mencionadas por mis
propios medios. Con el objetivo de no interferir en la lectura, las referencias
correspondientes a dichas citas se encuentran al final del texto.
*Para leer un poco más sobre los pormenores de traducir este ensayo, recomiendo a los lectores que visiten el enlace a la nota: "De TraduActores tras bambalinas... El 'detrás de escena" de una traducción literaria'.".
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EMILY AUERBACH – UN
PERFIL
Miembro honorario de la Jane Austen Society of North America, Emily Auerbach es profesora de Lengua y Literatura de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE. UU) desde
1983. Se especializa en diversas áreas de investigación y autores, como Jane
Austen y escritoras del siglo XIX. Es autora del libro Searching
for Jane Austen (2004) y
cofundadora de The
Odyssey Project, una
iniciativa interdisciplinaria que ofrece programas universitarios accesibles para
adultos con bajos recursos. Desde 1995, trabaja como coanfitriona en el
programa de la radio pública de Wisconsin (WPR),
University of the Air.
Además, dirige el proyecto The Courage to Write, una serie de
documentales radiales y guías de estudio sobre escritoras mujeres
destacadas por su obra literaria y su historia de vida. Ha recibido varios premios por sus proyectos interdisciplinarios en las áreas de Literatura y
Humanidades y Artes, entre otras.
En la actualidad, se desempeña como miembro del plantel oficial de profesores de la Universidad de
Wisonsin-Madison.
2. TRADUCCIÓN.
AGRADECIMIENTOS: Mi sincero agradecimiento a Emily Auerbach por su cálida recepción de mi propuesta para traducir este ensayo, y a Rebecca Soares, representante del área de Derechos y Permisos dela
Editorial de la Universidad de Wisconsin, por hacer los trámites necesarios a fin de cederme los
derechos correspondientes para poder publicar la traducción de esta obra:
AGRADECIMIENTOS: Mi sincero agradecimiento a Emily Auerbach por su cálida recepción de mi propuesta para traducir este ensayo, y a Rebecca Soares, representante del área de Derechos y Permisos de
“Un tabernero adentrándose en el Reino del Cielo”: ¿Es verdad que Mark Twain odiaba a Jane Austen?
2. TRADUCCIÓN
por Delfina Morganti Hernández
Cada vez que leo Orgullo y Prejuicio o Sensatez y Sentimiento
me siento como un
tabernero adentrándose en el Reino del Cielo
[…] Jane Austen […] hace
que deteste a toda su gente, sin escrúpulos.
(Fragmento del ensayo
inédito e incompleto “Jane Austen”, de Mark Twain)1.
Mark Twain expresó un
odio singular por Jane Austen, a tal punto que definió la biblioteca ideal como
aquella que en sus estantes no tuviera ninguno de los libros escritos por la
autora. “Esta sencilla omisión haría de una biblioteca desprovista de libros una
bastante buena”, insistió Twain en su libro de viajes Siguiendo el Ecuador2. ¿Es
verdad que Mark Twain detestaba a Jane Austen? ¿O acaso se trataba de una mera
pose por parte del irascible Twain?
En la larga correspondencia que mantenía con
su colega William Dean Howells, Mark Twain parecía sentir placer al descargar
su ira literaria contra Jane Austen, en particular porque sabía que era la
autora favorita de Howells. En 1909, Twain escribió que “Jane Austin” [sic] era
“realmente imposible” y que no podría leer su prosa ni aunque le pagaran un
sueldo a cambio de hacerlo3. Por
su parte, en el libro Mi Mark
Twain, Howells señala que, en el terreno de la ficción, Twain “tenía su
repugnancia bien definida; había ciertos autores cuyos nombres no pronunciaba
sino que, antes bien, los vomitaba”4.
En palabras de Howells: “El aborrecimiento
número uno de Twain era mi querida y venerada Jane Austen, mi favorita número
uno. Una vez me dijo —supongo que después de leer algunos de mis pródigos
elogios hacia ella, dado que siempre estoy alabándola— lo siguiente: ‘Parece que usted piensa que esa mujer
podía escribir’, y luego se abstuvo de hacerme sentir como un tonto, aparentemente
porque éramos amigos desde hacía mucho tiempo y, además, porque me tenía más
lástima que odio a causa de mi mal gusto”.5
En vez de sentir pena por Twain cuando este se
enfermaba, Howells lo amenazaba con ir a leerle Orgullo y Prejuicio.
Lo que no dejaba de sorprenderle a Twain era
que a Austen se le hubiese permitido morir por causas naturales, en vez de ejecutarla
en nombre de sus crímenes literarios. “Sus libros llegan a enloquecerme tanto
que no puedo disimular mi frenesí”, observó Twain, supuestamente a raíz de que,
según su punto de vista, una novela de Jane Austen es como un libro que “una
vez que uno lo suelta, directamente no puede retomarlo”6. Sin
embargo, es posible sospechar de la aparente repugnancia frenética que
experimentaba Twain desde el momento en que él mismo reconoce que le gusta
releer las novelas de Jane Austen, aunque sea para odiarlas a todas juntas de
nuevo. En una carta dirigida a Joseph Twichell en 1898, Twain declaró,
enfurecido: “Tengo que parar cada vez que empiezo. Cada vez que leo Orgullo
y Prejuicio quiero sacarla de
la tumba y golpearle el cráneo con los huesos de sus propias piernas”7.
Es evidente que a Mark
Twain le encantaba despotricar sin fundamento contra los “clásicos”. En el
famoso ensayo Los delitos
literarios de Fenimore Cooper, Twain arremetió contra el autor por llegar a
los “114 delitos contra el arte literario sobre un total de 115 posibles” y por
cometer “un crimen contra el lenguaje” debido a su dicción forzada y sus
caracterizaciones sentimentales.8 Tal
vez Twain planeaba escribir un ensayo del mismo estilo para exponer al ridículo
a la muy aclamada Jane Austen: actualmente, la
Biblioteca de la Universidad de California-Berkeley alberga, entre
las obras de Mark Twain, un fragmento incompleto e inédito que se titula “Jane Austen”. ¿Por qué Mark Twain habría de sentirse incómodo
con un ataque mordaz contra la “imposible Jane Austin”? ¿Sería posible pensar
que descubrió que tenían demasiadas cosas en común?
“Jane
Austen” comienza con la
inolvidable imagen de un Twain grotesco adentrándose en la elegante sociedad de
salón típica de las novelas de Jane Austen:
Cada vez que leo Orgullo y Prejuicio o Sensatez y Sentimiento
me siento como un tabernero adentrándose en el Reino del Cielo. Es decir, me
siento como es probable que él mismo se sentiría, como es casi seguro que se sentiría.
Estoy muy seguro de saber cuáles serían sus sensaciones y los comentarios
que haría en privado. Seguramente mostraría una mueca de desprecio con los
labios, mientras que esos presbiterianos por demás de benévolos se pasearían de
aquí para allá, satisfechos de sí mismos. ¿Acaso se daría así porque él se consideraría
mejor que ellos? Para nada. No serían de su agrado, es todo.1
Al
tabernero de Twain no le cae bien el mundo sofocante de la escuela dominical, el
cual califica de “por demás de benévolo”9 (y por
demás de hipócrita).
Como
un Huckleberry Finn desesperado por huir del salón y correr hacia el río, Twain
imagina a su tabernero cascarrabias como un ser incapaz de tolerar a las bien
educadas damas y los refinados caballeros presentes en las novelas de Austen.
“No querría vincularse con ellos; no le agradaría su modo de andar ni su estilo
ni sus modales, además de que su forma de hablar lo enfurecería”10.
Al mismo tiempo, el tabernero de Twain
sospecha que su falta de valoración podría indicar alguna falencia de índole
cultural en él:
Aun así, estaría secretamente
avergonzado, secretamente enojado consigo mismo por la situación. ¿Por qué?
Porque los taberneros son como el resto de la gente: se sienten humillados al
darse cuenta de que hay cosas hermosas, cosas grandiosas y dignas de admiración
que otros pueden percibir y ellos no.11
Entonces, el tabernero “se pondría su
armadura” para prepararse para un nuevo ataque contra las novelas de Austen:
¿Qué haría entonces el tabernero? ¿Desistir y
regresar allí abajo, donde se encuentran los de su clase? No, aún no.
Deambularía por los recovecos de la soledad y tomaría un largo descanso. Luego,
se pondría su armadura y volvería a arremeter una vez más contra la propuesta,
diciéndose: “Otros han descubierto el encanto que guardan esos presbiterianos, de
modo que tiene que ser algo real, no una ilusión. Volveré a intentarlo. Si hay otros
que lo descubrieron, yo también puedo hacerlo”.
Así que vuelve a intentarlo. ¿Pero
lo logra? No, porque aún no ha educado su gusto, no lo ha reformado. Su gusto
permanece intacto, y lo que está en juego se trata, en definitiva, de una
cuestión de gusto: no podrá disfrutar
de aquellos presbiterianos hasta que no haya aprendido a admirarlos.12
Si bien Twain señala que “los personajes de Jane Austen no son
presbiterianos, y yo no soy un tabernero”13, el autor eliminó esta aclaración del ensayo, quizás porque no quería renunciar a las similitudes que
veía entre sí mismo y su tabernero que, a pesar de ser perseverante, era poco
culto.
Con una ocurrencia similar a la que había usado para afirmar que es
fácil dejar de fumar (él mismo lo había hecho varias veces), Twain bromea en el
ensayo al destacar cuánto más fácil resulta empezar las novelas de Jane Austen
que terminarlas:
¿Acaso Jane Austen hace su
trabajo con una excelencia tan despiadada? Es decir, ¿para mi gusto? Tal vez
sea eso. Hace que deteste a toda su gente, sin escrúpulos. ¿Es esa su
intención? No resulta creíble. ¿O acaso busca hacer que el lector deteste a sus
personajes hasta la primera mitad del libro y luego los venere durante el resto
de los capítulos? Eso sí que podría ser posible. Sería virtuosismo artístico,
además de que valdría la pena. Algún día analizaré la otra mitad de sus libros
y veré.14
Twain reconoce que “Todos los grandes críticos elogian su arte
[el de Austen] con generosidad” debido a su presunto don para
caracterizar a los personajes: “Para empezar,
dicen que construye a sus personajes con una deferencia bien definida y un
estilo decidido. Creo que es verdad, siempre y cuando estemos de acuerdo en que
los personajes que crea son detestables”.15
Más adelante, se produce un giro inesperado en
el ensayo que alterna los improperios en contra de Austen con una valoración de Sensatez y Sentimiento o, habría que decir, con el principio de Sensatez y Sentimiento. Twain afirma: “Ahora estoy ocupándome de Sensatez
y Sentimiento, y he terminado el primer tercio del libro (no por primera
vez)”16. A
continuación, pasa a analizar uno por uno a los personajes de un modo que deja
entrever una perspicacia extraordinaria. Empieza por Marianne Dashwood, la
heroína sensible que profesa más sentimiento que sensatez:
Desde mi punto de vista, Marianne
no es atractiva. Estoy seguro de que a mí ni me llamaría la atención en la vida
real. Supongo que fue intencional que resultara tan poco atractiva.17
En efecto, Twain y Austen
comparten cierta incomodidad frente al sentimentalismo exacerbado. Austen se refiere
a Marianne como alguien que “se apasiona por todo” y que “derrocha…
sensibilidad”, de forma tal que “sus penas, sus alegrías, no admitirían
moderación alguna”18. Cuando se encuentra disgustada, Marianne
“provoca el sufrimiento” y se envuelve en su tristeza, “buscando un aumento del
dolor en cada reflexión que sea capaz de brindárselo”19 y dándose el gusto de ceder ante
“melancólicas remembranzas”20. “Tengo que sentir; tengo que ser
desgraciada”21, exclama Marianne mientras se deja llevar felizmente por
la “efusión del dolor”22 y
el “alimento de su tristeza”23 de un modo que anticiparía al
personaje de Twain, Emmeline Grangerford, la joven poeta de Huckleberry Finn que “podía escribir sobre
cualquier cosa que a uno se le ocurriera sugerirle, siempre y cuando fuera algo
capaz de provocar tristeza”24. Al igual que Twain, Austen se mofaba de las heroínas que estaban
demasiado ocupadas en realzar su busto como para actuar de forma racional. “Un
desmayo fatal me ha costado la vida”,
advierte, jadeante, una de las protagonistas de una breve novela en tono satírico
que escribió Austen en su adolescencia. “Ten cuidado con los desmayos, querida
Laura… Vuélvete loca tantas veces como te venga en gana; pero no te
desmayes”25. Dado que Marianne de Sensatez
y Sentimiento raya en lo
poético y lo melancólico (“¡Y ustedes, ay, vosotros, los bienaventurados árboles!”26),
dispone de muy poco tiempo para ayudar a los que la rodean o, siquiera, a sí
misma.
Más adelante, Twain vuelve su mirada fulminante hacia la hermana
mayor de Marianne, la sensata Elinor, y también hacia el hombre con el que este
personaje acabará por casarse, Edward Ferrars.
Edward Ferrars se ha enamorado de
Elinor, y ella de él; la justificación de este acontecimiento puede que se
desarrolle más adelante pero, hasta el momento, no existe ninguna forma de
explicarlo, pues, hasta el momento, Elinor es una estatua de cera y Edward una
sombra, ¿y cómo podría semejante par de piezas entrar en calor y sentir algo de
pasión?27
Twain está en lo cierto cuando
señala que ambos, Edward y Elinor, son de naturaleza reservada y que dominan sus
emociones en vez de demostrarlas abiertamente como lo hace Marianne. Hasta la
misma Elinor reconoce, a propósito de la personalidad de Edward, que “por
momentos parecía como que le faltaba algo de emoción”28.
Tal vez la comparación entre un
enunciado propio de Edward Ferrars con una frase típica de Huck Finn sirva para
poner de relieve el porqué de la frialdad que destila Twain contra el “héroe”
de Austen. Edward dice: “Así que no has logrado contagiar a tu hermana con tu
plan de ejercer la cortesía para con todo el mundo”29, mientras que
Huck se limita a afirmar: “Trepé hasta lo alto del cobertizo… y terminé con la
lengua afuera”30. No por nada Twain veía a Edward Ferrars, graduado
de Oxford y subordinado al dominio de su madre, como un pollito mojado.
El ensayo de Twain continúa con
el análisis de Edward y sus vínculos:
Edward es una sombra
desagradable, porque ha descartado a su inofensiva pieza de cera y se ha
comprometido con Lucy Steele, que es tosca, ignorante, despreciable; no tiene
cabeza ni corazón y es una aduladora, una entrometida… Y la pieza de cera a
quien reemplazó la describe como una “mujer que en apariencia física y conocimientos
es superior a la mitad de las de su sexo” y dice que “el tiempo y el hábito le
enseñarán a Edward a olvidar que alguna vez pensó en otra como superior a
ella”. Elinor conoce a Lucy bastante bien. ¿Acaso se la obliga a decir estas
falsedades sentimentales para hacernos pensar que es una pieza de cera noble y
magnánima, y así realzarla ante nuestros ojos? ¿Y es que acaso se logra?31
Aquí la desconfianza se torna
deducción. Si bien Twain había alardeado anteriormente en “Jane Austen” de que
estaba leyendo “el primer tercio” de Sensatez
y Sentimiento y no por
primera vez, las palabras que cita en este texto pertenecen al último tercio de la novela en tres tomos
de Austen.
¿Era Mark Twain un admirador secreto de
Jane, un simulador que leía y valoraba más a Jane Austen de lo que él mismo
revelaba?
Mark Twain demuestra su empatía por Austen a través de su acertada
descripción de Lucy Steele como “tosca, ignorante, despreciable; no tiene
cabeza ni corazón y es una aduladora, una entrometida”32. A pesar de su frecuente admiración por
los discursos realistas y los modales prácticos, está claro que Twain no prefiere en absoluto al personaje inculto de Lucy, “ignorante y analfabeta”33,
con su gramática errática y su “falta de auténtica elegancia”34, en
lugar de a cualquiera de las bien educadas hermanas Dashwood. La “falta de
sinceridad” y los “artilugios”35 de
Lucy la vuelven perversa ante los ojos de ambos,
tanto de Austen como de Twain.
Para el hombre que tortura a Marianne,
el meloso Willoughby que la seduce mientras planea casarse con una heredera,
Twain no ofrece más que la siguiente condena: “Willoughby es un auténticamente
cruel, criminal y asqueroso hombre de sociedad”36. Al igual que
Austen, Twain despreciaba a aquellos que, bajo una apariencia elegante y
honrada, escondían un corazón vacío e inhumano. Así como Austen había
convertido a la poderosa Lady Catherine de Bourgh, superior en clase social, en
el personaje menos digno de
admiración de Orgullo y
Prejuicio, Twain eludió el trato con la aristocracia de cuna más que de comportamiento:
el escritor observó, en tono burlón, que el emperador ruso estornudaba tal como
lo hacía todo el mundo. En Sensatez y
Sentimiento, el equivalente a Lady Catherine es la altanera y maliciosa
madre de Edward, la señora Ferrars. Twain concluye que “la vieja señora Ferrars
es una aristócrata abominable, tosca y antipática a más no poder” 37.
Para el resto de las descripciones, Twain agrega el rótulo de
“caballero” o “dama”, seguido del término “tosco”, casi como para respaldar el
feroz dictamen de Austen respecto de las clases altas:
El señor Dashwood, caballero, es tosco
y un insensible devoto del dinero; su Fanny es tosca y mala. Ninguno de los dos
jamás dice ni hace nada bueno.
El señor Robert Ferrars,
caballero, es tosco, un esnob y una persona por lo general desagradable.
El señor Palmer, caballero, es
tosco, bruto y, casi con seguridad, un burro, aunque no podemos confirmarlo
(todavía) porque se refugia bajo un manto de silencios que no suelen interrumpirse
con discursos que ofrezcan material suficiente como para relevar un análisis al
respecto.
Su esposa, dama, es tosca y
tonta.
La hermana de Lucy Steele es
tosca, estúpida y antipática.38
A esta altura, Twain ha reiterado la palabra “tosco” para referirse a
ocho personajes. Uno
podría pensar que Twain estaba a favor de ser tosco, tal como lo evidencia la
crudeza que parecía cultivar en afirmaciones del tipo: “Si no puedo proferir
insultos en el cielo, entonces no me quedaré allí”39. No obstante,
en las descripciones anteriores equipara el término con la maldad en general y
la obsesión materialista por la que se caracterizan los personajes
interesados de Austen.
Aun así, Austen apenas si cuestionaría los análisis quisquillosos
de Mark Twain sobre sus personajes. En efecto, John y Fanny Dashwood son toscos,
malos e insensibles; los dos tienen una gran devoción por el dinero y se niegan
a compartir su herencia con otros parientes. ¿Acaso deberían ceder 3000 libras? Deciden que no. Con
egoísmo, acaban por reducir la cifra inicial a tan solo unos esporádicos
“presentes de pescado y piezas de caza”40. Tal como advierte
Fanny a su esposo para descartar la idea de darle una donación
anual a la madrastra viuda de él, “la gente siempre vive una larga vida si hay una pensión anual de por
medio”41.
Austen nos dice que Robert Ferrars se caracteriza por “el vacío y la vanidad”42,
y tal vez ella y Twain estarían de acuerdo en que merece casarse (y, de hecho,
lo hace) con Lucy Steele, personaje igual de desagradable que él.
En vez de celebrar los malos modales del señor Palmer, Twain intuye su
brutalidad y el horror de un matrimonio sin amor como el de los Palmer. En
cuanto al señor Palmer, un hombre malhumorado y
antisocial, Austen observó que “su temperamento podría volverse más agrio al
descubrir que, como tantos otros de su mismo sexo, y debido a alguna inexplicable
tendencia en favor de la belleza, resultó ser el esposo de una mujer muy tonta”43.
La manera en que el señor Palmer
reacciona ante el hecho de haberse casado con una mujer tan tonta es
escondiéndose detrás del periódico, el cual deja de lado únicamente para emitir
comentarios despectivos sobre todo el mundo, en especial sobre su esposa. Twain
se hace eco de la descripción de la señora Palmer como una “tonta” y le asigna
a su esposo el calificativo de “burro”44. (Austen ofrece una mirada
más elegante del señor
Palmer, aunque con la pluma más afilada, dado que lo presenta como un hombre de
“estudiada indiferencia, petulancia e insatisfacción”45.).
El último personaje de la lista que elabora Twain en “Jane Austen”
es la hermana pegajosa y aduladora de Lucy Steele, a quien ambos, tanto Twain como Austen, desestiman por ser “tosca, estúpida
y antipática” (nada de “dama” en este caso).
Con la queja sobre la antipática señorita Steele, el ensayo de Twain culmina
en un inesperado final. ¿Lo dejó incompleto debido a que, al igual que el
tabernero, había sido derrotado en su intento por apreciar a Jane Austen? ¿O es
que (diría yo) no podía conciliar su deseo viril de menoscabar a Austen con el
hecho de que, en realidad, sí la entendía? Mi sospecha es que tenía miedo de
reconocer que había llegado al último tramo de Sensatez y Sentimiento, por temor a dar una imagen poco
masculina de su persona, como si reconocerlo hubiese sido equivalente a confesar
que admiraba el ballet o que tocaba la flauta.
Si Twain estuviese
vivo hoy, ¿mantendría esa malévola imagen de colega quejoso respecto del estatus de Jane Austen como “La Mujer del Año”? Si actualmente Twain
mantuviera su postura anti-Austen, se encontraría con muchos humoristas hombres de
Estados Unidos que le harían compañía. Mientras trabajaba en una serie sobre Jane Austen para una
distribuidora satelital de la Radio
Pública Nacional, la cual contó
con la participación de Margaret Drabble y un equipo de otros distinguidos
admiradores y estudiosos de Austen, encontré el alivio cómico que buscaba en dos
eminencias del humor estadounidense: Andy Rooney y Dave Barry. Por entonces, noté
en ellos algunos ecos de Twain.
Desde su oficina de 60 Minutes, el programa producido por CBS, Rooney me dejó muy en claro que
había optado por un prejuicio al mejor estilo Mark Twain en contra de Austen:
“¿Qué opino sobre Jane Austen? Casi nada, diría yo. Nunca leí ninguno de sus
libros y no siento ningún vacío profundo en el lugar que ocuparía mi
conocimiento sobre su obra. No es que haya elegido a Jane Austen como alguien a
quien decidí serle indiferente a propósito. Es solo que nunca me atrajo leer Orgullo
y Prejuicio o Sensatez y Sentimiento. Me
sonaba a que eran como los gemelos Bobbsey para adultos”46. Rooney
reconoció que él tampoco había leído ninguno de los libros de “Emily Brontë” (¿y
acaso alguien sí?).
El humorista Dave Barry del diario Miami
Herald se mostró acongojado
al enterarse de que Austen nunca había escrito Cumbres Borrascosas 47: “Justo esa había
sido mi única experiencia con un libro de Jane Austen”. Le pregunté con qué
imagen asociaba el nombre de Jane Austen y me respondió: “Me imagino todas esas
películas que nunca elijo ver (esa es la imagen principal), protagonizadas por
la superestrella Emma Thompson, que no dudo de que sea una actriz fabulosa. Me imagino
frente a la puerta del cine, viendo las películas que dan en cartelera, y casi
que entro a ver una con Emma Thompson, pero luego, justo en la sala de al lado,
hay una en la que Arnold Schwarzenegger se estrella contra un helicóptero con
una moto de agua y me doy cuenta de que esa va más con mi forma de pensar, así
que nunca llego a ver las películas de Jane Austen”48.
Barry castigó a Rooney por menospreciar Orgullo y Prejuicio y Sensatez
y Sentimiento al señalar
que “No entiendo por qué se la pasa criticando dos libros que jamás leyó en su
vida, así que no puedo decir que esté de acuerdo con él”. A su vez, Barry agregó
que “Todo el mundo debería leer la obra completa de Austen, para luego
contármela y ahorrarme el trabajo de tener que leerla yo mismo”49.
Como Twain, que alardeaba al afirmar que “no sé nada de nada, y jamás lo supe”50,
Barry y Rooney parecen celebrar su filisteísmo, sobre todo cuando se trata de
escritoras mujeres.
Qué pena que Jane Austen (1775-1817) haya fallecido dos décadas antes de
que naciera Mark Twain (1835-1910). ¿Qué habría dicho ella (en tono irónico, por
supuesto) acerca de él? ¿Qué habría pasado si los dos se hubieran conocido
durante alguno de los viajes de Twain a Europa? Al inmiscuirse en el Hampshire
campestre de Austen, ¿acaso se habría sentido como un tabernero adentrándose en
el reino del cielo?
Al pensar en Twain, el incontenible
navegante del Río Mississippi, y en Jane, la tía solterona aficionada al té, no
puedo evitar acordarme de la pareja de Bogart y Hepburn en el clásico film La Reina de África 51. Charlie, el piloto
que habla con la boca llena y nunca se afeita en La reina de África, tiene en
común con Twain la fascinación por los cigarrillos, el alcohol, la libertad y
la falta de rigor. Además, Charlie afirma: “Nunca hagas hoy lo que puedes hacer
mañana”, mientras que Twain bromeaba con que “No dejes para mañana lo que
puedes hacer el día después de mañana”52. Al igual que Twain en
compañía de las damas y los caballeros de Austen, es gracioso contemplar el
modo en que Charlie parece estar fuera de lugar durante la escena en la que la
sofisticada Rosie y su hermano, el reverendo, lo invitan a tomar el té. Ambos
observan a Charlie sin decir nada, en un silencio acongojado pero elegante,
mientras el estómago del otro cruje sin parar. Puede que Charlie sea
espontáneo, pero tal como advierte Rosie con desdén, “La naturaleza es aquello
que vinimos a este mundo a superar”.
Al fin y al cabo, la antipatía es mutua: Charlie critica a la
“flacucha dama” que ve en Rosie y su mundo de lleno de formalidad y
discreción. El personaje experimenta una sensación bastante parecida a la del
“acorralado” Huckleberry Finn, y exclama: “La Viuda Douglas […] había anunciado que me
sivilizaría; pero era duro vivir en esa casa todo el tiempo, sobre todo si se
tiene en cuenta lo insoportablemente estricta y decente que era la viuda en su forma
de comportarse, así que cuando ya no aguanté más, salí corriendo”.52
A diferencia de Finn, Charlie y Rosie “salieron corriendo” juntos,
y los resultados son sorprendentes. El hecho de pasar algunas semanas juntos en
un bote hace que desaparezcan los kilómetros de distancia que antes parecían
insuperables entre ellos a causa de las diferencias culturales; eso sin contar que también quitan del camino los centímetros de largo que tiene el vestido de cuello alto y ceñido que luce
Rosie. A pesar de todo, Charlie y Rosie descubren que comparten el mismo
entusiasmo por la vida.
¿No se podría pensar a Twain y Austen como una pareja igual de
dispareja? Yo creo que Austen habría disfrutado del par de cuentos de Mark
Twain conocidos como “El niño bueno” y “El niño malo” 53. En sus cuentos, Twain les da un giro de trescientos sesenta grados
a los relatos moralizantes de la escuela dominical: el niño que derrocha una
bondad infrahumana y ridícula sufre una muerte temprana, mientras que el otro,
el niño malo, termina haciéndose rico y con un puesto en la legislatura. En
cuanto a Austen, en una de sus cartas escribió que “los calcos de la
perfección… me enferman y me vuelven malvada”54. En algunos de los
textos que escribió cuando era adolescente, la autora derriba los manuales que
instruían a las jovencitas en la observación de un comportamiento devoto, sumiso
y educado, mientras que a las protagonistas de Jane Austen les gusta
emborracharse, robar, mentir, cometer asesinatos y levantar ejércitos. Incluso
en las obras que escribe durante la edad madura, Austen incluyó protagonistas
carentes de las cualidades que se suelen atribuir a las heroínas tradicionales.
Nótese a propósito de ello el comienzo de La
abadía de Northanger 55:
Nadie que hubiera conocido a
Catherine Morland en su infancia habría sido capaz de suponer que estaba
destinada a ser una heroína… Los Morland… eran, en general, gente muy común, y
Catherine… la más común de todos. Tenía una figura extraña y delgada, la piel
pálida y amarillenta, el cabello largo y lacio, y las facciones muy marcadas… Era,
además, escandalosa y salvaje, odiaba el encierro y la limpieza, y no había
nada que disfrutara más en el mundo como rodar por la colina cubierta de césped
que se encontraba al fondo de la casa.56
A lo mejor a Huckleberry Finn también
le hubiera gustado rodar por la colina junto a Catherine Morland, huyendo del
“encierro y la limpieza” o, en palabras de Huck, de la “sivilización”57.
Pero cabe recordar que las heroínas de Austen no son todas lánguidas. Sin ir
más lejos, la protagonista de Orgullo
y Prejuicio, Elizabeth Bennet, confiesa que “Me encanta reír. Nunca pongo
en ridículo lo que es bueno o inteligente. En cambio, los disparates y las
estupideces, los caprichos y las incoherencias sí que me divierten, tengo que
admitirlo, y me río de todo eso cada vez que puedo”58.
En definitiva, Twain y Austen se
habrían encontrado en un aprieto si hubiesen tenido que decidir cuál de los dos
era el más insolente. Ambos optaron por los clérigos, los aristócratas y los
“superiores” en todos los órdenes posibles para descuartizarlos con apenas un
par de palabras irónicas. Austen observó, a propósito de un par de vecinos
molestos: “Fui tan cortés con ellos como lo permitía su mal aliento”59, y se
refirió al personaje de clérigo del señor Collins como una persona a quien la
estupidez le “había sonreído”60. Twain, en referencia a un clérigo, dijo
que este “no cobró nada por ir a predicar, y hasta valió la pena escucharlo”61,
además de anunciar con cierta ironía que basta con que los médicos cuenten con dos
cualidades: ignorancia y confianza en sí mismos.
Sin embargo, a pesar de adoptar la postura de “meros” escritores
cómicos, ambos estaban convencidos de que el humor con el que escribían tenía el poder
de revelar las verdades más profundas del comportamiento humano. En su novela La abadía de Northanger, Austen
advirtió que una obra desestimada como “una simple novela” era, nada más ni
nada menos, que “una simple obra en la que se ponen de manifiesto los poderes más
extraordinarios de la mente, en la que el conocimiento más profundo de la
naturaleza humana, los delineamientos más maravillosos de sus vertientes, junto
con las emociones más vívidas del ingenio y del humor, se transmiten al mundo en
el mejor lenguaje posible”62. Pero su voz seguiría siendo cómica, tal
como insistió la autora cuando un clérigo le aconsejó cambiar de estilo:
Mi buen señor, realmente es muy
amable con sus sugerencias… [pero] no podría sentarme a escribir en tono serio…
con ninguna excusa, salvo la de salvar mi propia vida; y si acaso me fuese
imprescindible mantener ese estilo y no volver a reírme nunca más de mí misma ni
de otros, estoy segura de que me mandarían a la horca antes de haber terminado
el primer capítulo.63
Austen termina su carta diciendo: “No, debo ser fiel a mi propio estilo y
seguir adelante a mi manera”64.
Tal como observa el personaje de Satán a
propósito de la especie humana en El
forastero misterioso de Mark
Twain, la risa puede ser no solo la mejor medicina de la especie sino, también,
su mejor arma:
Pues su especie, en su pobreza,
tiene, sin lugar a dudas, un arma verdaderamente eficaz: la risa. El Poder, el Dinero, la Persuasión, la Súplica, la Persecución… Todas ellas son
capaces de engendrar la farsa más grande, pero solo la risa puede hacerla
estallar en mil pedazos. Ante el ataque de la risa nada logra mantenerse en
pie. Siempre andan preocupándose y peleando con las demás armas. ¿Alguna vez
usan la risa? No, la dejan ahí tirada, permiten que se oxide… Como especie, ¿acaso
la usan alguna vez? No, no tienen la sensatez y el coraje necesarios.65
Tanto Twain como Austen tuvieron “la sensatez y el coraje” necesarios para valerse del humor y atacar la “farsa más grande” que
encontraran a su paso.
El mismo Twain señaló que “Estamos perdiendo a los mejores autores del
mundo. Chaucer está muerto, Shakespeare también, Milton otro tanto. Y yo mismo
no me estoy sintiendo nada bien”66. Tanto Twain como Austen pertenecen al
panteón de los mejores autores del mundo y, tal vez, se guiñen el ojo de vez en
cuando, creyendo que nadie los ve.
* * *
Desde que publiqué este ensayo varios
años atrás, el Profesor James Flavin de la
Universidad del Estado de Shawnee
me informó que sospechaba que Twain le había robado a Austen la idea de la
gente que se queja por tener que ceder una gran cantidad de dinero a los demás.
Twain utiliza esta fórmula en una conversación entre hombres en el capítulo
treinta y dos de Vida en el
Mississippi. En vez de devolver diez mil dólares (frente a las tres mil
libras de Austen) a su verdadero dueño, los hombres de Twain se autoconvencen
de que es mejor quedarse con el dinero y entregar un mero presente a cambio.
Al igual que los Dashwood de Austen,
los personajes de Twain se valen de la lógica del “callejón sin salida” para ampararse
en que el dueño verdadero es tan pobre que, en todo caso, no sabría qué hacer
con el dinero. Este vínculo sugiere que a Twain no solo le agradaba Jane Austen
sino que, además, su obra le resultó útil a la hora de considerar sus propios fines
ficticios. Agradezco al Profesor Flavin por haber advertido esta conexión.67
3. NOTAS
1. AUERBACH,
Emily. Searching for Jane Austen (University of Wisconsin Press, 2004), Ap. B: 306.
2. TWAIN,
Mark. Following the Equator: a journey
around the world, 1897. Fuente: Archivos Gutenberg.org. http://www.gutenberg.org/files/2895/2895-h/p7.htm, 7: 62.
3. TWAIN,
Mark. Carta a W. D. Howells, 18 de
enero, 1909. Mark Twain – Mark Twain’s
Letters 1907-1910. (Classic Literature Library: free books in the public
domain from the classic literature library), p.12. Fuente: http://mark-twain.classic-literature.co.uk/mark-twains-letters-1907-1910/ebook-page-12.asp
4-5.
HOWELLS, William D. My Mark Twain:
reminiscences and criticisms (LLC, NuVision Publications, 2008), 4:13.
6-7. TWAIN, Mark. Carta a W. D. Howells, 18 de enero, 1909. Mark Twain – Mark Twain’s Letters 1886-1900. Fuente: Classic Literature Library: free books in
the public domain from the classic literature library, p.95.
8. TWAIN,
Mark. Fenimore Cooper’s Literary Offenses
en Humorous stories and sketches (Courier
Dover Publications,1996), p.59.
9-12. AUERBACH,
Emily. Searching for Jane Austen (University of Wisconsin Press, 2004), Ap. B: 306.
13-17.
AUERBACH, Emily. Searching for Jane
Austen (University
of Wisconsin Press,
2004), Ap. B: 307.
18-19. AUSTEN,
Jane. Sense and Sensibility (New York : Oxford University
Press Inc., 2004), VOL. I, 1: 6.
20. AUSTEN,
Jane. Sense and Sensibility (New York : Oxford
University Press Inc., 2004), VOL. I, 3: 11.
21. AUSTEN,
Jane. Sense and Sensibility (New York : Oxford
University Press Inc., 2004), VOL. II, 7: 141.
22. AUSTEN,
Jane. Sense and Sensibility (New York : Oxford
University Press Inc., 2004), VOL. I, 16: 64.
23. AUSTEN,
Jane. Sense and Sensibility (New York : Oxford
University Press Inc., 2004), VOL. I, 16: 63.
24. TWAIN,
Mark. Adventures of Huck Finn (Prestwick House Inc., 2005), 17: 107.
25. AUSTEN,
Jane. Letter the 14th, Laura in continuation en Love and Freindship (www.pemberly.com).
26. AUSTEN,
Jane. Sense and Sensibility (New York : Oxford
University Press Inc., 2004), VOL. I, 5: 21.
27.
AUERBACH, Emily. Searching for Jane
Austen (University
of Wisconsin Press,
2004), Ap. B: 307.
28. AUSTEN,
Jane. Sense and Sensibility (New York : Oxford
University Press Inc., 2004), VOL. I, 4: 17.
29. AUSTEN,
Jane. Sense and Sensibility (New York : Oxford
University Press Inc., 2004), VOL. I, 17: 71.
30. TWAIN,
Mark. Adventures of Huck Finn (Prestwick House Inc., 2005), 2: 21.
31-32. AUERBACH, Emily. Searching for Jane Austen (University of Wisconsin Press, 2004), Ap. B: 307.
33. AUSTEN,
Jane. Sense and Sensibility (New York : Oxford
University Press Inc., 2004), VOL. I, 22: 96.
34. AUSTEN,
Jane. Sense and Sensibility (New York : Oxford
University Press Inc., 2004), VOL. I, 21: 94.
35. AUSTEN,
Jane. Sense and Sensibility (New York : Oxford
University Press Inc., 2004), VOL. I, 22: 96.
36-37.
AUERBACH, Emily. Searching for Jane
Austen (University
of Wisconsin Press,
2004), Ap. B: 307.
38.
AUERBACH, Emily. Searching for Jane
Austen (University
of Wisconsin Press,
2004), Ap. B: 307-308.
39. TWAIN,
Mark. Notebook, 1898.
40. AUSTEN,
Jane. Sense and Sensibility (New York : Oxford
University Press Inc., 2004), VOL. I, 2: 10.
41. AUSTEN,
Jane. Sense and Sensibility (New York : Oxford
University Press Inc., 2004), VOL. I, 2: 9.
42. AUSTEN,
Jane. Sense and Sensibility (New York : Oxford
University Press Inc., 2004), VOL. II, 14: 188.
43. AUSTEN,
Jane. Sense and Sensibility (New York : Oxford
University Press Inc., 2004), VOL. I, 20: 85.
44. AUERBACH,
Emily. Searching for Jane Austen (University of Wisconsin Press, 2004), Ap. B: 300.
45. AUSTEN,
Jane. Sense and Sensibility (New York : Oxford
University Press Inc., 2004), VOL. I, 20: 85.
46. AUERBACH,
Emily. Searching for Jane Austen (University of Wisconsin Press, 2004), Ap. B: 301.
47. BRÖNTE,
Emily. Wuthering Heights (New York: Harper & Brothers, 1848).
48-50. AUERBACH,
Emily. Searching for Jane Austen (University of Wisconsin Press, 2004), Ap. B:
301.
51. The
African Queen, 1951, adaptación fílmica protagonizada por Humphrey Bogart y Katharine
Hepburn, basada en una novela del mismo título escrita por CS Forester y
publicada en 1935.
52. TWAIN, Mark. En una nota firmada por el autor hacia 1881. Fuente: http://www.twainquotes.com/Procrastination.html.
52'. TWAIN, Mark. Adventures of Huck Finn (Prestwick House Inc., 2005), 1:13.
52'. TWAIN, Mark. Adventures of Huck Finn (Prestwick House Inc., 2005), 1:13.
53. TWAIN,
Mark. The story of the good little boy
y The story of the bad little boy en Sketches New and Old (Oxford University Press, 1875).
54. AUSTEN,
Jane. Letter the 84th, March
23rd, 1816, Chawton. Fuente: www.pemberly.com.
55. AUSTEN,
Jane. Northanger Abbey (London: R. Bentley; New Burlington Street; [etc., etc.,], 1848).
56. AUSTEN, Jane. Northanger Abbey (London: R. Bentley; New
Burlington Street; [etc., etc.,], 1848), VOL.I, 1:1.
57. AUERBACH,
Emily. Searching for Jane Austen (University of Wisconsin Press, 2004), Ap. B: 303.
58. AUSTEN,
Jane. Pride and Prejudice (Bernhard
Tauchnitz, 1870:2005), VOL.I, 11:55.
60. AUSTEN,
Jane. Pride and Prejudice (Bernhard
Tauchnitz, 2005:1870), VOL.I, 22:115.
61. TWAIN, Mark. Adventures of Huck Finn (Prestwick
House Inc., 2005), 33: 216.
62. AUSTEN, Jane. Northanger Abbey (London: R. Bentley; New
Burlington Street; [etc., etc.,], 1848), VOL.I, 5:23.
63-64. AUSTEN, Jane. Appendix I.
Correspondence with Mr. Clarke, from Austen-Leigh's Memoir,
December 11th, 1815. Fuente: www.pemberly.com
65. TWAIN,
Mark. The Mysterious Stranger Manuscripts
(University of California Press, 2005), 10: 165-6.
66-67. AUERBACH,
Emily. Searching for Jane Austen (University of Wisconsin Press, 2004), Ap. B: 304.
AGRADECIMIENTOS: Agradezco a Emily Auerbach por la cálida recepción de mi propuesta, y a Rebecca Soares, representante del área Derechos y Permisos de
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