20 julio 2011

Día del Amigo: Feria de Vanidades. Entrada: libre y gratuita.

Licencia de Creative Commons
This obra by http://www.blogger.com/www.dearticulosyrevisiones.blogspot.com is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.

Advertencia: No me diga feliz día del amigo a menos que esté bien seguro de que el sentimiento es mutuo. Me deprime la idea de no poder responder con igual fervor hipócrita a los saluditos que algunos todavía se esmeran en escribir para no quedar mal. Parece que de eso se trata la cosa. De aparentar...

Después de una reflexión trivial y una siestita bien merecida el pensamiento deviene en...
UNA MIRADA IRÓNICA AL DÍA MÁS TAQUILLERO DEL AÑO

En el rotulado Día del Amigo, me siento a escribir esta nota luego de reflexionar un poco y regocijarme en el hecho de que no soy la única que ve la fecha con cierto desapego: escuchar a mi hermano (18) decirle a su mejor amigo, ni bien éste lo llamó por teléfono para saludarlo, "Seh... Feliz día del consumismo, pero feliz día..." fue todo un triunfo que tomé como personal. Ah, otra advertencia, antes de que me olvide (y conste que aviso porque soy caritativa, los escritores no tenemos por qué dar tantas explicaciones sobre el estilo que elegimos): en esta nota me doy el lujo de usar la primera persona y romper con el tono cortés. Al que no le guste, ¡pare de sufrir, no lea!
--------------------------------------------------------------------------------
por Delfina Morganti H.-

Este año a diferencia de otros, algunos de los que me saludaron en Facebook también parecían descreer de la fecha misma. Todavía estoy sorprendida: 
"Sé que esta se trata de una fecha más bien comercial, pero de cualquier forma me parece que está bueno tomar un día para recordarle a la gente que quiero que así es como me siento..." me escribió un amigo, que es amigo tanto en Facebook como en la vida real, aclaro por las dudas.
"Bueno," pensé. "Éste por lo menos me escribe con algo más de sinceridad." Se trata nada más ni nada menos de uno de mis mejores amigos. Y es hombre. (Detalle no menor a la hora de contrarrestar los prejuicios que andan dando vueltas por ahí entre algunas mujeres estúpidas que se hacen las coquetas y dicen que la amistad entre el hombre y la mujer no es posible. Por favor, no todos somos Jacks y Sallys. Por fortuna la conciliación amistosa entre el hombre y la mujer sí existe, y es a veces tanto o más enriquecedora que la amistad entre seres del mismo sexo.)

Con Fred, mi amigo y colega traductor.
La palabra amigo es, y no desde hoy, una de las más polisémicas que existen. Ojo con el ojo que lee rápido. Dije polisémicas, aunque bien podría haber escrito "polémicas."
Cada vez que se usa este vocablo admite tantos más significados que, si tuviera que definirla en un diccionario, necesitaría todo un tomo para lograr que quepa la totalidad de sus acepciones. Es más, casi diría que el valor de la palabra amigo, moneda corriente si las hay, sube y baja, baja y sube que da gusto: ¡es como el dólar! Está sujeta a negociaciones de tiempos, circunstancias, espacios. Bien haríamos en empezar a cotizar mejor, muchachos. Los de Facebook valen tanto, los ex amigos de secundaria otro tanto, los de la primaria un poco menos (los de pre-escolar, que vengan con descuento), y así hasta armarse un buen paquete...

Con Franco, siempre la misma pose, 
nuestra pasión por el disco y los 80.
En mi vida cuento amigos que han ido y que han venido. Por suerte, en cuanto uno se va, el vacío lo viene a llenar algún otro nuevo, y aún cuando esto sucede mucho tiempo después, la pérdida inicial acaba por convertirse, no sin dolor y a veces muy a la larga, en una auténtica inversión, un sacrificio previo que anticipa la llegada de tiempos mejores. (Eso es lo que más me ha fascinado en los últimos tiempos: pelotudo que se va, personaje que viene a ocupar su lugar. C'est la vie! Es lamentable y a la vez me genera adrenalina. Ciertos amigos, al igual que esas lamparitas de mala calidad que caban por quemarse, ¡también llegan a ser reemplazables! 

No sé si dar la razón de este fenómeno al destino, a la religión, o al Tarot (no practico este arte). Desde ya que la casualidad simplemente no integra el campo de mis especulaciones, no en estos casos. Sé que me volví un tanto escéptica después de algunas "pérdidas" (hoy inversiones), pero todo se asimila como un "valió la pena" o "era necesario" cuando uno mastica y traspasa la barrera del falso rótulo "perder". Hoy en día, si hay algo en lo que descreo cuando se trata de relaciones humanas de cualquier índole es la casualidad, la mera coincidencia. En este maravilloso campo, el de los lazos sociales, las coincidencias para mi gusto no existen. Por eso elijo la amistad como uno de los tópicos centrales en mis novelas. Me impresiona su ductilidad como vínculo, su carácter maleable, el abanico de posibilidades que presenta para ser tratado desde cualquier ángulo.


Compañeros de radio, VERANO 2011.
Ahora, bien decía yo que cuento amigos en mi vida. No vaya a ser cosa que se me tilde de resentida o sin amigos o amarga o aburrida por escribir esta nota. Creo que todos contamos amigos, aún si se trata de un personaje en la ficción, un animal, un libro, un film, una palabra; en fin, no creo que nadie pueda decir—con todo lo que la palabra amigo puede (dejar de) implicar— no creo que nadie pueda afirmar a ciencia cierta que no cuenta al menos un amigo en su vida. O que no los haya contado jamás.

En mi caso, los que quedan hasta ahora son los que gozan de cierta antigüedad y me doy el gusto de  nombrarlos uno por uno sin premeditar la enumeración (no como al final de las películas que ordenan alfabéticamente o por orden de aparición propiamente dicho): Franco (no conozco a nadie que le quepa mejor el nombre; mi mejor amigo de teatro, con quien puedo ser yo misma y soñar como si tuviera sus diecisiete años—para eso sirven los amigos más chicos, para no olvidarse de soñar en grande); Shirli, amiga recuperada hace tiempo si las hay (fuimos mejores amigas, nos distanciamos un par de años y re-vinculamos en el último año de la secundaria; me gusta recordar que nos distanciamos porque la vuelta fue como la del Martín Fierro, el lazo se afianzó con toda); Fred, el cartero (no es cartero, sino traductor; el chiste es interno y jódanse los que no lo entienden, que son todos excepto él y yo); Erna (ahora que lo pienso no le mandé ningún mensaje, ni ella a mí, pero qué más da, no lo necesitamos; la veo tres veces al año con suerte, y menos mal, eso me basta para extrañarla el resto de los días); Ces' (me encanta abreviarle el nombre; amiga y, desde hace unos meses también colega; con ella compartimos perfil académico, experiencias institucionales, literatura, cine y una desilusión por no poder viajar aún al exterior—¡ya vendrá el día, let us not despair, Ces'!); Miru (su procedencia es variada y hasta dudosa, nació en Brasil y no para de viajar, si tengo que envidiar a un amigo, ¡que sea a ella, se lo merece!


Con Miru, una noche de verano 2011.
En los últimos tiempos también me atrevo a contar la re-unión con Melina (amiga con quien estreché lazo fuerte desde hace dos años, si no me fallan las cuentas; también perteneciente a la esfera del teatro, y cabe aclarar que discrepamos tanto en materia de gustos que su visión me asegura siempre llegar a buen puerto en la mayoría de las cuestiones que nos planteamos como irresolubles); y por supuesto no olvido las dos figuras artísticas que más me acompañan hoy en día en mi tránsito por la Facultad de Humanidades: Priscila y Joan. La primera una corista que vive resfriada; el segundo un letrista que la va de filósofo. Con ellos compartimos las dos artes que nos unen a modo de denominador común entre tantas otras cosas: la literatura y la música.


En el artículo que con tanto placer leía hoy en el Clarín, en la sección de opinión a cargo de Darío Sztajnszrajber (docente de Filosofía, FLASCO, CBC-UBA), me llamó la atención su comentario reflexivo respecto de lo que Aristóteles ha tenido que decir sobre la amistad. "Un amigo siempre es un otro, y sin embargo para Aristóteles según una famosa definición, un amigo es como un otro yo," reza la bajada de la nota. "El problema es que si así fuera, entonces ya no sería un otro, sino la proyección de mi yo en él, y se perdería la diferencia." Según la apreciación de Sztajnszrajber, buscar la semejanza en el amigo hace que sigamos centrados en perseguirnos a nosotros mismos en vez de enriquecernos con la experiencia de la amistad como el encuentro con un otro, un alguien diferente a lo que nosotros ya somos. 

En cuanto al tema de hacer regalito, qué tema...Ya lo dice Sztajnszrajber, y no hace falta ser filósofo para razonar algo que debería ser parte de nuestro instinto natural y ético: "Jacques Derrida nos ayuda a pensar la cuestión de la amistad, del don y del regalo: si en el acto de dar, se inicia un recorrido de algo que en algún momento y de otra forma vuelve a mí, el dar se anula a sí mismo." Más tarde el autor de la nota en Clarín acaba por afirmar algo que es completamente cierto (y si me contagian la necesidad de ahorrar, diría que bien podría empezar a valer esta afirmación para los cumpleaños, así los pocos que seguimos regalando nos ahorramos unos pesos): "Un buen regalo se da y punto. No vuelve."


Festejo tardío del Día del Amigo 2009 con Shirli
y mi presente.
Mientras leía hoy la nota citada arriba, me acordé de un episodio en el que me fue difícil contener la risa. Ayer una compañera en el gimnasio me comentó algo insólito: me preguntaba si nos reuniríamos en el Día del Amigo y le dije que el fin de semana, que entre semana era complicado y que algunos incluso habían hecho otros planes. Estaba ya por comentarle mi aversión a la fecha cuando me dijo lo que me dijo. "Nosotros nos sorteamos."


La miré sin comprender.


"Sorteamos quién le hace regalo a quién," me aclaró.


Me figuré a un grupo de no más de seis, con suerte; vi en mi cabeza las imágenes de gente extraña entregándose regalos por turnos, haciendo cola, sacando numerito como si fuera el Día de Acción de Gracias de los yanquis. (¡Thanksgiving las pelotas!)


¡¡Juajua!!


Pensé en soltar la carcajada. Pero no lo hice. (Últimamente Jane Austen me ha enseñado a pensar antes de revelar una sonrisa que podría estar fuera de lugar, y estoica como ando se lo agradezco.)

"¡Aaahhhh!" exclamé.


Y lo peor es que no fingí mi sorpresa.


"Mirá que bien pensado," le dije. La chica tiene mi edad, veintiuno.


La verdad es que sí me tomó por sorpresa. He pasado Días del Amigo singulares, escondiendo regalos para que no se ofendieran aquellos a los que no sentía ganas de regalar nada porque estaban presentes en la casa de mi amiga pero en realidad no eran mis amigos. Y los hubo también días en que hacía regalos para todos sin excepción. Pero lo de ayer me contracturaba los huesos de la nuca.

"Y sí," siguió la chica como si todo cuadrara a la perfección en su lógica sin el más mínimo sentido de la sensibilidad, "si no, siempre nos regalamos lo mismo, cosas que no sirven... Más vale regalarle a alguien en particular y hacer un buen regalo."


Sí, bárbaro, si lo pensamos así... Desde el punto de vista práctico, todo perfecto. ¿Pero dónde ha quedado la espontaneidad? Hacer sorteo cual mortaja que cada cual a otro baraja me parece una aberración. Por devaluaciones como estas descreo en el rótulo de una fecha que llega con pretensiones falsas: para demostrarnos qué tan amigos somos con nuestros "amigos" tenemos los trescientos sesenta y cinco días del año, gente, a no joder vamos.
Grupo de teatro, ala femenina-oeste.
Profecía de yapa
Dígale no a las reuniones por compromiso, no a las visitas inesperadas y no a las caras que usted sencillamente no desea ver. Dígale no a la salutación a modo de intercambio, en forma de compensación por algún acto fallido; en fin, a modo de compromiso. No malgaste sus huellas digitales, no escriba mensajes al pedo. Piénselo bien, la vida es una sola. Si no tiene a quién saludar y algo adentro le dice que mejor a todos que a ninguno, saque a pasear a su perro, que para algo se dice que es el mejor amigo del hombre.

Eso sí, si así lo desea, festeje. Festeje hoy más que nunca como hacen los mismos que necesitan que haya un Día de la Madre o uno del Padre o del Niño o de San Valentín o de fucking Acción de Gracias (como si estos días fuesen la prórroga que se les daba a los medievales antes de ceder la testa bajo el hacha para así ir, en su ficción de prórroga, al cielo y no al infierno) y como si los demás días no importaran un cuerno.


Si no puede deshacerse de ella por completo, al menos hoy, en esta semana que usted decide aferrarse a la celebración del Día del Amigo, abandone siquiera por un rato la hipocresía. O la cortesía, llámele como usted guste.


Otra cosa, la cantidad es un mito, un numerito; lo que importa es la calidad de los amigos, no cuántos sumó este mes en Facebook. Hágame caso, ¿para qué someterse a la intolerable presencia de unos cuantos pelotudos cuando con dos o tres amigos verdaderos se puede ser feliz? Sí, el calendario será la excusa pero usted es tan culpable como él, porque la usa. Y si la usa, no abuse. Úsela bien. Haga que valga la pena salir corriendo de la rutina diaria para reunirse un día miércoles.


Vamos, amíguese con usted mismo, reconquiste su sentido de la certeza, premedite: ¿es o no es mi amigo este gil? ¿Es o no es, es o no es? Y si lo es, haga que valga la pena, viejo, que el otro lo sepa no hoy, sino todas las veces que a usted se le canten las ganas de decírselo.


Y si no lo es, que se joda. Lo más probable es que él a usted tampoco le importe demasiado, porque si no, se lo habría hecho notar en alguno de los trescientos sesenta y cuatro días precedentes, por favor... ╔╔╔






3 comentarios:

Si le ha interesado esta nota, ¡acerque su comentario a la autora!