This obra by www.dearticulosyrevisiones.blogspot.com is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.
-.Lágrima Doble.-
Por *Pepe BONDI*
Bar La
Rosa
y Roberta, a mitad de cuadra por calle
Entre Ríos. SEÑOR que entra al bar. Empuja con esfuerzo sobrehumano la puerta— es
una de esas puertas que cuando las empujás se te empiezan a volver encima.
“Vueltera tenías que ser vos, eh…” piensa. “Histérica como todas”.
Son las diez de una mañana
clara, primaveral.
SEÑOR (acercándose
a la mesada que simula ser barra). — Buen día.
(La MOZA que está parada detrás de la barra, con un
costado de la cabeza apoyado en la palma de la mano, tiene la vista fija en el
televisor pantalla plana que muestra una noticia de un choque y un muerto.)
MOZA (monótona, acomodándose el pelo
detrás de la oreja). — Buen día.
SEÑOR (relojeando
las medialunas en la vitrina). — ¿Estarán calientes estas, che?
MOZA. — (con los ojos aun fijos en la pantalla)
¿Cómo?
SEÑOR. — Que si están calientes, nena.
MOZA (balbucea, sigue
hablando con la mano empujándole la mejilla). — ¿Cuántas va a querer?
SEÑOR. — Perá, ¿cuándo te dije yo que iba a querer una? (La MOZA
quiere empezar a hablar pero no la deja)
¿Ves, ves que sos una atolondrada? Primero te hacés la que no me entendés,
después que me querés vender cualquier cosa… Alcanzáme un vaso de soda, ¿tenés?
MOZA. — Si usted se sienta y me pide, señor…
SEÑOR. — ¿Me vas a negar
la soda ahora también?
(La MOZA se le queda mirando un momento. El le
sostiene la mirada, le arquea las cejas como desafiándola al tiempo que yergue
el mentón en un ademán de “¿Y, y? ¿Para cuándo?”)
MOZA. — Ahí se lo alcanzo.
(La MOZA se da vuelta y él sonríe, relamiéndose la
lengua. Mientras controla que ella siga ocupada con la jarra de soda, desliza
la puerta de la vitrina hacia la izquierda, mira por sobre uno de sus hombros
para ver que nadie lo esté mirando y saca dos medialunas dulces.)
MOZA (apoyando el
vaso sobre la mesada sin ganas). — La soda, acá está.
SEÑOR. — ¡Bueno pero qué eficiente nos pusimos, eh! (Se guarda disimuladamente las medialunas en
el bolsillo de la campera marrón gastada). Hacéme… A ver… Y, hacéme un cortadito.
Chico.
MOZA. — Siéntese que enseguida lo atiendo.
SEÑOR. — Bueh, si arrancamos así, viste… Siempre te dicen
lo mismo. “Siéntese, siéntese que ahí lo atiendo”. ¡Minga que te atienden! Te
tienen mil horas ahí esperando como un gil. (Negando con la cabeza mientras sorbe un poco de soda). No, nena, yo
me quedo acá. Te espero a que vos termines con lo tuyo, eso de la nada misma
que hacen todos los de tu edá, y te pido
acá. Ya no me agarran más de pelotudo a mí. No me toman más el pelo, así no más
te lo digo.
(La MOZA
no sabe si reírse o echarlo. Se acuerda
de eso del “respeto a los mayores” y se aguanta).
MOZA. — Señor,
si usted quiere consumir se va a tener que sentar. Tiene como seis mesas
libres, ¿ve?
SEÑOR. — No me señalés, no me señalés que veo perfecto yo
desde acá. Igual eso está mal, ves. En el bar de acá en frente, en la otra
cuadra, viste, ahí tienen las banquetas esas del año del culo, que seguro
también habrá tenido tu abuela, y vos te sentás, pedís en la barra,
tranquilito, te sirven en dos minutos… A las diez, a las doce, a las seis… El
televisor, claaa… No es como esto, viste. No es así, nah… Y que son del año del
pedo son del año del pedo las banquetas, pero uno se acostumbra. Como en casa,
diría El Pocho. Además, a mi edad, ¿qué importa si me cuelgan un cacho más los
cachetes del culo? ¡Yo me siento donde venga mientras que sea en la barra! (Pausa.) Hablando ahora de los cachetes,
¿no? Ustedes las minas son las boludas, sí, ustedes, ¿qué te reís? Si vos sos
mina, ya te va a pasar, te vas a acordar de mí, vas a ver... Dispuestas a garpar
vaya uno a saber cuántos mangos y chirolas para quedar infladas como el Quico,
ese, ¿el personaje del Chavo, viste?
Bah, andá a saber, ni El Chavo debés
conocer vos, si sos una piba, miráte encima la cara de boluda… Para mí que se
contagian entre ustedes ahora, los jóvenes…
MOZA (mordiéndose
la lengua). — Eh… Dígame, señor, a ver… Dígame lo que va a tomar así voy
preparando.
SEÑOR. —… Y eso que antes con los muchachos siempre
decíamos, a mí que no me venga con que quiere chantarse nada raro en el culo porque
yo no laburo para garparle a uno de los carniceros esos, Juan Pindonga, que
después salen en el noticiero que mataron a alguna de las modelitos esas que
nadie conocía… Claaa, vos ahora te reís, piba, pero pasa, te digo que pasa.
Ahora, la culpa la tienen las minas, no les importa nada. No les importa nada
que uno se levante temprano, ponga el mango y otras cosas… Ellas quieren
ponerse, ponerse, ponerse… Todo arriba, arriba, arriba… Que en las gambas, que
en las tetas. Monstruos de tres cabezas terminan siendo, entre el culo, los
cachetes de la cara y... Bueh, vos me entendés, ya te veo la cara. Dejáte de
joder, che. Se emboban con ese, eh, ese tiene la culpa, no ellas. (Señala el televisor.) Les lavan el
cerebro esos programas de mierrrda... Bah, yo ni los miro, te digo. No tengo
tiempo. (Pausa.) El otro día mostraban
a una que volvía de Europa, se había ido hasta allá a operarse, no más… Con el
colectivero decíamos, claro. La
Giménez , por tirarte un ejemplo… ¿Vos sabés lo que era la Giménez el siglo pasado,
nena? (Se da cuenta de cómo lo está
mirando la MOZA y se encoge de hombros,
bosteza. Mientras bosteza, habla.) Está bien, está bien… No me queda otra,
¿no? Querés que me siente, todo el mundo me dice, “Siéntese, siéntese”. Como si
pudieran controlarte así, viste. Vos no sos como la Yani , como los muchachos. (Pausa.) Va bene, non arrabbiarti! Ahí me
siento en la mesa aquella esa de allá. Pero mirá que no tengo todo el día para
esperarte a vos, nena, eh. A mí de pelotudo no me agarran más, ya te lo dije.
No me agarran más.
(El SEÑOR se sienta y empieza
a mirar alrededor. En la mesa de al lado hay una SEÑORA leyendo el diario.)
SEÑOR. — ¿Así que todavía hay gente que lee el diario? Y
sí, ¿qué va a hacer si no? (La SEÑORA no se inmuta.) Yo ya ni compro el
diario. A veces la Juli
me lo trae, los domingos. Yo le digo, ¿para qué me lo traés si ya me enteré por
la tele, nena? Ni leer tranquilo ya… (A la SEÑORA ) ¿Y? ¿Algo importante, señora? ¿Alguna se puso
traste nuevo, qué dicen? ¿Algo para rescatar, che?
(La SEÑORA se hace la importante, lo mira de reojo y
le sonríe como con lástima.)
SEÑOR. — Ah, claro, claro... Le parece gracioso, ¿no?
¿Sabe qué pasa, señora? Usted habla con el diario, por lo menos. Yo ni con las
paredes ya. Antes, por lo menos… Nos sentábamos en el barcito ese de en frente,
el de la otra cuadra, ¿vio? Ahí, con los muchachos, amigos del barrio. Pero la
mesa no, eh, a la mesa ni en pedo. Nos chantábamos en la barra, arrancábamos de
temprano con la joda. Con El Pocho, el Marquito y Roberto… Cada vez que le
querías hablar al que estaba en la otra punta le bajabas la nuca de un hondazo
al pobre pelotudo de al lado y punto. Las barras son así. Un poco incómodas al
principio, pero son especiales. Como los carlitos, faaahh... ¡Qué hamburguesas
aquellas! Acá debe ser lai la
hamburguesa, ¡juaa!
(Llega MOZA a la mesa con una
bandeja. Trae un cortado chico y un vaso de soda.)
SEÑOR (chistando).
— Che, piba, ¿qué mierda me trajiste vos acá? ¿Qué es esto, eh?
MOZA. — Me dijo cortado chico…
SEÑOR. — Yo no te dije nada. Vos me dijiste siéntese que
ya lo atiendo, nada más. Y yo me senté, sin chistar ni nada.
MOZA. — Pero si allá en la barra me pidió…
SEÑOR. — Vos me querés hacer garpar dos veces, eso es lo
que pasa. ¡Claaa! Como esa vez, esa vez que con los muchachos quisimos cambiar
de bar y no, no funcó. Nos sentamos, garpamos los tres cada uno la promoción
del desayuno esa que tienen en todos lados, medialuna va, tostada viene,
mantequita… Y no va que la mesa se movía tanto que El Pocho me venía diciendo,
él me venía diciendo y yo no le daba ni bola, estábamos todos en otra, viste… No
va que El Pocho, que estaba medio como mariado— andá a saber cómo— se larga un
escupitazo de la san puta. Así era, así... (Le
muestra formando un círculo con el pulgar y el índice de cada mano). Así,
te digo. Al principio pensé, bueh, debe ser el gallo que no terminó de largar
en la cancha, viste, que le quedó atascado, no sé... ¿Vos sabés que no, che? ¡Se
acababa de largar todo el hijo de puta! Todo, eh, todo te digo. Las tres
medialunas, las tostadas que le había afanado al pobre Roberto, todo de un
empujoncito. "¡La pucha que te largaste todo el jugo vos, eh!" me
acuerdo que le dije. El tipo no daba más... Se agarraba la zapán, no paraba de
putiar a la mesa. El chaleco blanco tenía puesto, imagináte… Y una baranda a jugo encima…
MOZA (interrumpiéndolo
de mala gana). — ¿Al final le dejo o no le dejo el cortado?
SEÑOR. — Perá, perá, a ver cómo es la cosa. ¿La boluda
sos vos y te la agarrás conmigo? A mí traéme una lágrima, querés. (La MOZA
se empieza a ir rezongando.) Y que
sea doble, eh, nada de ningunearme de nuevo vos… (Mirándole los pies a la MOZA mientras se va.) ¡Che, piba, vos sí que tenés patas grandes,
eh! (Desde la mesa a la barra.)
¿Cuánto calzás?
(La MOZA no lo mira, no le contesta.)
SEÑOR. — (encogiéndose
de hombros) Che, me está picando el bagre a mí, así que… Uh, cierto que
tengo la tengo al lado a esta porota que se hace la boluda… (Se fija si la SEÑORA de la mesa de al lado lo está mirando. Saca
una medialuna de adentro del bolsillo y la huele) Ah, no… Encima se me pegotió
todo lo dulce en el bolsillo, ¡qué pelotudo! Y bueh, “È lo que hay”, diría la
nona. (Empieza a comerla igual.)
(La SEÑORA
lo mira de reojo.)
SEÑOR (hablando
mientras mastica) ¡Eh, señora, qué dice! Señora… (La mujer ladea apenas la cabeza) ¿Terminó de leerse el diario ya o
anda por los fúnebres, eh? ¿Qué me mira así, quiere que le traiga? ¿Un licuado?
No, ¿un espejito, uno de los chiquitos?
SEÑORA (con una
sonrisa amarga). — No terminé con el diario. Y no leo los fúnebres.
SEÑOR. — Seeh, claro. (Empieza a silbar.) ¿Sabe? El otro día, sacando estadísticas… Todas
las de su edad leen los fúnebres. ¿Ah, visto? ¿Ve cómo me mira? Si se ofende es
porque sí los lee, claro que los lee… ¿Usted no piensa retocarse alguna cosita
antes de partir, alguna arañita por ahí?
SEÑORA. — ¿Y a usted qué
carajo le importa?
SEÑOR. — Eeeeh, eehh… ¿Quién lo hubiera dicho? Zapatos
“Leidi Estor” y me contesta con esa cara de pánfila, y esa palabrita… No que a
mí me moleste, guarda… (Extendiendo los
brazos, sonriendo con ironía.) Pero una señora como usted, con cómo se
viste usted… Igual, consejo de viejo sabio: la carita necesitaría un retoque,
no se me ofenda. La suya, claro, la suya, no va a ser la mía. Yo, ni aunque se
me diera por… (La SEÑORA está montando en cólera, se le inflan los
cachetes, se le ponen de todos los colores.) En fin, llega un punto en que
no se puede disimular nada. Yo no sé para qué mierda se ponen a mentir también
con eso ustedes. Te cagan por todos los costados, y cuando querés saber cuántos
años cumple la mina te chanta una de esos números que vos decís, “Nah, no puede
ser”. Algunas la garpan, ves, uno hasta quiere creerles… Pero otras, ja,
¡tantas otras! Te quieren vender cada buzón, che... Ni que uno fuera tan
boludo… Entre ellas creen que pasa, encima. Algunas se quitan diez años. ¡Diez
años, a vos te parece! Qué flor de mentira… (A la SEÑORA. ) ¿Usted cuántos tiene? Mejor dicho… (Guiñándole
el ojo.) Me expresé mal, ¿cuántos se da? Ya sé. No me diga nada. ¿Treinta?
¿Cuarenta? Puedo esperar cualquier boludez, si total me va a mentir.
SEÑORA (molesta,
frunciendo los labios). — No tengo necesidad, y menos con usted. (Pausa.)
Tengo cincuenta y tres.
SEÑOR (largando una risotada
y mirando al techo). — ¡Ahí tenés, Pochito, ahí tenés! ¡Diez a uno que esta
también te quería meter el perro!
SEÑORA. — Mire…
SEÑOR. — ¡A usted ni en pedo la miro, señora! Recién
mientras le decía ya me la imaginaba toda fajada, hasta medio en bolas, fíjese
lo que le digo, salida del quirófano, vendada. Aunque, aunque, debo
reconocerlo, la pensé con algunos kilos menos. Los carniceros hacen maravillas
a veces, son carniceros. Pero no dura, eh, le aseguro que el efecto, y más en
algo como usted… Nah, no dura demasiado, no se me vaya a ilusionar tan rápido
tampoco. Ahora, eso sí, si hablamos de un retoquecito en la frente... Y me dice
cincuenta y tres, así nada más. Qué caradura es la gente, así estamos también.
(La MOZA trae la lágrima)
SEÑOR. — ¡Por fin, nena, porrrr fiiin, querida! Cobráme,
querés. Cobráme, dale, así no tengo que estar acá al pedo una hora más
esperándote a vos.
MOZA. — Lágrima doble. Diez pesos.
SEÑOR. — ¿Diez mangos una lágrima? ¡Pero si estamos todos
locos! En el bar de en frente, fijáte lo que te voy a decir, en el bar de en
frente…
MOZA. — Acá la lágrima cuesta lo que cuesta. Y si no en
la carta que tiene adelante de la cara lo dice, fíjese.
(El SEÑOR agarra la carta, la abre y mira los
precios.)
SEÑOR. — Acá dice que tienen una promoción de once con
cincuenta y que trae dos medialunas, un café con leche y un exprimido chico.
Traéme el exprimido y cobráte la promoción, mejor.
MOZA. — ¿Qué medialunas le traigo?
SEÑOR. — Si estarás lerda, vos… Ya me las traje yo. Si
encima te tendría que esperar a vos...
SEÑORA (A la MOZA ). — No, no le traigas nada, ¿no ves que es un viejo
asqueroso? Yo no sé, no sé. ¡No sé cómo pueden dejar entrar a semejante bessstia!
SEÑOR (A la SEÑORA ). — ¿Y encima con pretensiones? Mirá que de bella no
tenés nada, vos, eh... (A la MOZA ) ¡Este es el país que tenemos, piba, en esto te toca vivir! (Burlón.)
¿A la señora le molesta el viejo porque dice la verdad? ¡Andá, vieja del
orrrto! Si te pedí el diario hace rato y no fuiste culo de soltarlo ni un
momento, andá. (La SEÑORA se levanta más que decidida, empieza a sacar
la billetera como para pagar e irse.) ¡Así te va a ir a vos, escapáte! ¿Qué
te creés, que porque te hacés la que te interesan los fúnebres y te pasiás en
tacos vas a…?
SEÑORA. — ¡Cállese, degenerado! (A la MOZA. ) ¿No ves, no ves nada vos? ¡Es un grosero este
hombre, un irrespetuoso! ¿Y no le decís nada, vos? (Empieza a encarar
hacia la puerta, tambaleándose.) ¡Dios mío, lo que hay que vivir!
SEÑOR (siguiéndola,
sacudiendo los brazos). — Daaale, daaale, si no te queda mucho a vos
tampoco, pelotuda... (La SEÑORA le cierra la puerta en la cara.) ¡Cambiáte
la careta y después hablamos, vieja bananera!
MOZA (cruzada de
brazos). — Si se le enfría la lágrima vaya a reclamarle a Magoya, yo no se la
pienso hacer de nuevo.
SEÑOR (volviendo a
la mesa). — Pero, claro, ¡si me olvidaba! Tan boluda no resultaste al final,
eh… (Se sienta, agarra la taza, está por
tomar pero se le resbala de la mano.) ¡Pero la pucha, che, será posible,
mierda! ¡Todas me pasan a mí, eh, todas! ¡La puta madre…! Es esa vieja de
mierda que me puso como loco, ¡esa vieja que me sacó de quicio!
(La MOZA le alcanza un trapo para que se limpie y se
va a buscar el secador de piso.)
SEÑOR (recibe el
trapo y lo mira irritado). — ¿Y encima me tengo que limpiar con esta
mierrrrda? La pucha que debo estar ojeado yo, che. Debe ser la vieja, la vieja
esa que se hacía la interesante con el diario en la mano, andá…
(Vuelve la MOZA. Se dispone a limpiar
el piso pero le da lástima ver al SEÑOR limpiarse
solo.)
MOZA. — A ver, déjeme que lo ayude, señor.
SEÑOR. — ¡Las pelotas! ¿Qué me vas a poder ayudar vos?
¡Qué me vas a poder ayudar vos, miráte esas patas! ¿Cuánto calzás, cuarenta y
dos dijiste? Andá, lleváte todo, ¿querés? (Sacando
la medialuna del bolsillo.) Tomá, esto también. Me ganaste, acá la tenés. Son
asquerosas las medialunas de este lugar, piba, un asco. (La MOZA
está indecisa.) ¿No te dije que te
lleves todo, ey, estás sorda de nuevo?
(Se apura la MOZA a juntar las cosas y las pone en una bandeja. Se las lleva a la
barra sin decir una palabra, mirando que no se le caiga nada.)
SEÑOR. — Ni una puta lágrima, ni el diario, ni una charla
como la gente… (Mirando hacia arriba.)
¡No nos queda nada, Pochito, nada! Vos por lo menos zafaste. ¿Qué sos, rey allá,
tiburón? ¿Eh? Lleváme, te pido, lleváme cuando quieras… Mirá cómo estamos acá,
che… (Se impacienta.) Mah, ¡vafangulo!
Esta no vuelve y yo quiero la lágrima, ¿tan difícil era? Ni sé para qué mierda
vine acá. Al final, todo como esa vez, ¿viste Pocho? Uno quiere cambiar, tratar
de no pensar en los viejos tiempos y no lo dejan. Después dicen que los viejos
somos reacios… ¿Reacios a qué, manga de pelotudos? ¿No ven que no somos
nosotros sino que no-nos-dejan? (Pausa.) Yo me voy al bar de en frente y
esta boluda que se joda sola. ¿Qué está, lavando la taza? No te lo puedo creer,
¡pero si no estaba haciendo nada cuando yo llegué! Y bueh, uno infunde miedo,
Pocho infunde miedo a esta altura, qué se le va a hacer. Mejor, te digo. Eso
quiere decir que le hago un favor si me las tomo. Y de paso no garpo un joraca.
Mah, sí, me las tomo.
(Sale. La MOZA vuelve al instante con otro trapo.)
MOZA. — ¡Qué hijo de su…! ¡Se raja sin pagar, qué boluda
que soy! ¡Qué…!
(Sale la MOZA con trapo en mano. Lo ve que está por cruzar calle Rioja y lo
empieza a correr, a llamar. El SEÑOR la
escucha y empieza a andar más rápido, más rápido, cruza la calle casi sin
mirar.)
MOZA. — ¡Ey, ey! ¡Chst-chst, señor! ¡No se haga el vivo,
ey, no se haga el...! (Se oye un bocinazo
de un auto, otro que clava los frenos y un choque. El ruido en la esquina de
calle Rioja la hace retroceder. La MOZA frunce los ojos dos segundos simultáneamente con el impacto y
cuando los vuelve a abrir el SEÑOR ya
no está. Desapareció.) Ay, no... (Se
acerca a paso lento y ve el brazo de un hombre grande tendido en el pavimento,
sobresaliendo detrás de un Peugeot. Los ojos se le ponen vidriosos, en el
derecho le brota una lágrima. Se acerca apenas un poco más, baja el cordón y
pispea por encima del hombro de una mujer alta. Vislumbra la sangre que empieza
a inundar el poco pelo canoso detrás de una cabeza.) ¿Lo mataron? ¿Mataron
al viejo…? Ay, ¡la puta madre, si mataron al viejo...! (Rompe en lágrimas y sale corriendo.)
(Pausa.)
SEÑOR (desde la
barra en el bar de la vereda de en frente). — Yani, servíme una lágrima
doble, ¿querés? Y una salada. Lo de siempre, bah.
MOZA II. — Déme un
segundito que ya pero ya lo atiendo.
SEÑOR. — Y si total no hay apuro, Yani. Si total, ya ‘toy
muerto. (Se ríe.) (Mira hacia afuera para ver si anda por ahí la MOZA del otro bar.) No, no hay monos en la selva... Che, Yani, ¿tendrás “La
Capital ” por ahí?
-.TELÓN.-
Jajajjaa! muy bueno Delfi!! Maite
ResponderBorrar