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“RAYUELA”: aquel libro con Instrucciones... para leer
Delfina
Morganti | DE ARTÍCULOS Y
REVISIONES
Otra vez tiene cabida en el suplemento cultural del "decano de la prensa argentina" la figura del escritor Julio Cortázar. El artículo, nota de tapa en Señales de la edición de hoy, domingo 03/02/13 en "La Capital", captura inmediatamente la atención.
Desde el diseño en amarillo y negro que recuerda una de las tapas más famosas de la novela hasta aquel Cortázar joven y sin barba que se nos presenta en blanco y negro después, Un libro que rompió los moldes, la nota firmada por Osvaldo Aguirre, brinda un panorama de reflexión polifónica en torno a la "especie de bomba atómica en el escenario de la literatura latinoamericana" que fue Rayuela. ¿Voces que opinan? Reconocidas personalidades de las Letras rosarinas: Agustín Alzari (docente de la Universidad Nacional de Rosario, escritor y editor); Pablo Colacrai (coordinador del Taller literario Julio Cortázar junto a Alma Maritano, escritor); Gilda Di Crosta (escritora y docente del Curso de Introducción a la Edición Editorial, abril 2013); Carolina Musa (Licenciada en Comunicación Social y autora del libro de poesía "Acústico").
"Me propongo empezar por el final y mandar al lector a que busque en diferentes partes del libro, como en la guía del teléfono", reza una de las citas escogidas por Aguirre a partir de la correspondencia mantenida entre Cortázar y Jean Barnabé hacia fines de mayo de 1960. Hoy, a cincuenta años de la primera edición impresa de Rayuela, el homenaje en Señales rescata las reminiscencias de autores y docentes rosarinos que revelan los efectos de la obra de Cortázar en su temprana adolescencia y adultez. Entre los lectores de Rayuela que cuentan sus vivencias, están quienes por momentos colocaron a este libro en un pedestal y aquellos otros que, sin resquemores, manifiéstanse con un leve tono de desapego.
Confesionario. "La leí a los 17 o 18 años [...] proponía un modo del amor, de la pareja, de la ternura. Demasiado para una novela. Quizás por eso dejó de serlo casi de inmediato. Para mí, y también para la chica con la que salía entonces. Comenzamos, a nuestra manera, a habitarla", confiesa Agustín Alzari al comienzo de su comentario. Luego de impresionarnos con el poder que este libro parece haber ejercido sobre su vínculo cuando adolescente, agrega: "Como todo lo que se ha abandonado hace años, me cuesta volver a Rayuela".
Pero si Alzari se contagió de la esencia de vida que transmite esta "antinovela", Pablo Colacrai parece haber padecido el contagio de la estilística cortazariana. "Su influencia fue tan fuerte que en esos años no pude escribir nada que no fuera apenas una malísima imitación de su forma de adjetivar, de sus particulares cadencias y de sus infaltables mundos paralelos". Comentario aparte: si sucedió con Cortázar, es probable que haya sucedido con Rowling. Si especulamos, dentro de unos años quizás lleguemos a buscar entre las obras de los aspirantes a novelistas algún rastro de la autora de Harry Potter. ¿Valdrá la comparación?
En fin. "Después, por suerte, la fiebre se me fue pasando", advierte Colacrai, y seguramente no está solo en el mundo cuando señala que "poco a poco fui sacándomelo del cuerpo".
Quizás entre quienes más lo veneran se encuentra una lectora bastante particular, con un método de lectura anecdótico: Carolina Musa, quien dice "querer mucho" a Rayuela, nos habla sobre los avatares de su primera lectura de la obra. A los dieciocho años, comenzó a leerla en un colectivo de larga distancia; la leyó toda la noche y al llegar a Rosario, apenas le faltaban veinte hojas para terminarla. "En el apuro por bajar del bondi me dejé el libro arriba, y era prestado". ¡¿QUE HICISTE QUÉ?! "Leí el final parada en una librería, como quien hojea antes de comprar". ¡CÓMO! Entre la risa y el llanto, habrá quienes no sepan si felicitarla aplausos mediante o bien correrla con látigo en mano. De una cosa estoy segura: ¡no querría haber sido el prestador!
¿Firmar en disconformidad? Ahora bien, entre las cuatro voces de opinión en Señales, la de Gilda Di Crosta es tal vez la más extraordinaria, aun si no cuenta la anécdota de haber terminado de leer el libro de paso por una librería. "No soy ni he sido muy lectora de Cortázar", comienza por advertirnos en una primera frase que puede haber escandalizado a muchos.
A los diecinueve años, Di Crosta se acercó a Rayuela desde su lugar de estudiante de Letras por eso que me gusta llamar "obligación intelectual". "Ante la pregunta si la había leído, no me parecía conveniente seguir respondiendo no". Caso recurrente, si pensamos en los tantos adolescentes que, transitando sus últimos años de secundaria, acaban por leer a regañadientes el Martín Fierro de Hernández o El Matadero de Echeverría.
En la columna de Gilda Di Crosta abundan los calificativos menos atractivos, aquellos a los que recurrimos los críticos cuando nos toca valorar una película que nos dejó un cierto sinsabor o un libro que no pudimos evitar pero que tampoco nos "mató": "logré (transitar los 56 capítulos corridos"); ("la otra instrucción de cómo proceder a otra "novela" me resultó) molesta"; ("La dupla de los personajes Oliveira-La Maga) me había fastidiado".
Foto. Mi Continuidad de los Parques en una plaza de Roldán. Rosario, 2009. |
No sin antes mencionar que tal vez la memoria le esté jugando una mala pasada en cuanto a los recuerdos que guarda de los personajes, Di Crosta rescata enseguida los cuentos de Cortázar. Continuidad de los parques aparece entre los primeros que enumera a la hora de apuntar cuáles volvería a leer. En este cuento la autora encuentra "una perfecta invisibilidad en el corrimiento espacial", el famoso fenómeno de la metalepsis, ese juego narratológico que ocupó a Gérard Genette en su Figuras III y que Isaías Fanlo González bien define en El lector como detective: Teoría de la metalepsis como "la inserción de entes narrativos en marcos ontológicos que no les pertenecen". También en "La noche boca arriba" tiene lugar este recurso, y en otros cuentos de Cortázar, que juegan a sugerir más de lo que se dice y decir más de lo que se sugiere.
Si me tocara opinar, diría que nada me ata particularmente a Rayuela. No llegué muy lejos la primera vez que tuve el libro en mis manos; es una novela que empecé a leer sin demasiadas expectativas y que solté al final del primer capítulo sin que ningún destello de culpa me erizara la piel.
Ya conocía a Cortázar. A los quince me topé con Continuidad de los parques. La primera vez le fui indiferente, la segunda impaciente, la tercera me fascinó e impulsó a escribir un cuento en el que, sin la más mínima idea de la existencia del término metalepsis, me servía de ella.
En efecto, los cuentos de Cortázar me cautivaron desde siempre, algunos más que otros, y quizás el hecho de que me rehúse a leer su novela se debe a que lo conocí a través de sus cuentos primero. Me ha ocurrido lo mismo con Silvina Ocampo: adoro sus cuentos y su poesía, pero le temo a sus novelas. Temo los efectos de las ataduras del género sobre el estilo de cada escritor —aun cuando Cortázar definió su Rayuela como "antinovela", es posible que la extensión vaya en detrimento de la destreza cuentística, y entonces más vale que lo bueno venga en frasco chico.
La revolución lingüística. En Julio Cortázar o la cachetada metafísica, el primer suplemento publicado por la colección de ensayos "El boom antes del boom" de Revista Ñ, el crítico chileno Luis Harss retoma las palabras de Cortázar respecto del impacto que causó la publicación de su novela:
"En general los libros que se imponen en una generación", dice Cortázar, "son aquellos que no han sido escritos solamente por el autor, sino en cierto modo por toda esa generación". Es el caso de Rayuela, que levantó ampollas cuando se publicó en Buenos Aires. [...] "La correspondencia que he recibido respecto a Rayuela me prueba que ese libro estaba 'en el aire' en Latinoamérica (...) Me tocó a mí escribirlo, eso es todo".
Por otro lado, el prefijo "contra-" calzarle a Cortázar a la perfección, y así es que Harss advierte que "Cortázar trabaja "a contrapelo", como él dice". Entre las citas recopiladas por el ensayista, se encuentra aquella en que Cortázar califica su propia obra: "ese ataque al lenguaje convencional que es en el fondo Rayuela".
En palabras de Harss, "Rayuela es la primera novela latinoamericana que se toma a sí misma como su tema central, es decir que se mira en plena metamorfosis, inventándose a cada paso, con la complicidad del lector, que se hace parte del proceso creador". Ahora bien, el ensayista es realista y Cortázar consciente: Rayuela "se desenvuelve en gran parte en un nivel intelectual de difícil acceso al lector común" y "peca, como tantas cosas mías, de hiperintelectualismo", respectivamente. Pero Cortázar no quiere renunciar a ese grado de intelectualidad, quiere "hacerla latir a cada palabra y a cada idea". Se sirve de ella como "un guerrillero, tirando siempre desde los ángulos más insólitos posibles..."
Opciones de (no) lectura. Indiscutible la repercusión de Rayuela. Más allá de toda apreciación personal, resulta más que interesante leer las reflexiones del propio autor citadas por Harss, en especial cuando se lee a un Cortázar que se autoproclama rebelde:
"Hay una paradoja terrible en que el escritor, hombre de palabras, luche contra la palabra. Tiene algo de suicido. Sin embargo, yo no me alzo contra el lenguaje en su totalidad o su esencia. Me rebelo contra un cierto uso, un determinado lenguaje que me parece falso, bastardeado, aplicado a fines innobles [...] Esta lucha tengo que librarla desde la palabra misma, y por eso Rayuela, desde un punto de vista estilístico, está muy mal escrito".
Tal vez hay autores a los que es preferible leer desde un solo lugar. Para muchos, Cortázar es el autor de Rayuela y de Cronopios; para otros es el autor de cuentos inolvidables como El perseguidor y Todos los fuegos, el fuego, y en segundo lugar el escritor de una novela que se llamó Rayuela.
A lo mejor Rayuela es uno de esos libros para leer de manera vertiginosa, sin pausas, con ansias de enfrascarse en su historia, de "habitar" el libro, como sugería Agustín Alzari. O no, quizás no hay que respetar al autor, quizás la desobediencia a sus instrucciones, tal como lo hizo Di Crosta, funcione mejor para los lectores menos ávidos de un Cortázar novelista.
Pero a lo mejor no hay que leer todo Rayuela, sino los pasajes que aquellos otros que la leyeron eligen destacar en sus reseñas. A lo mejor, Rayuela es uno de esos libros que exigen ser escuchados antes de aventurarnos a leerlo. La crítica ha hecho mucho por difundir las intenciones de Cortázar al escribirlo; el autor mismo nos lega la evidencia que necesitamos para que, ese día cuando estemos listos, reescribamos su lectura.
O siquiera la iniciemos, para aquellos que aun nos debemos la primera vez. ◘ ◘ ◘
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Confieso que no he leído "Rayuela". No puedo decir cómo me cae.
ResponderBorrarLos cuentos de Julio, para la psiquis adolescente (o al menos para mi psiquis por entonces adolescente), son explosivos. Y creo que la literatura es la única cosa que puede ser explosiva y por ello beneficiosa.
Habrá que tomarse el tiempo para leerla, aunque no todavía. Tengo una pila alta por leer. Y de cualquier manera Julio prefería sus cuentos. En alguna entrevista se definió como cuentista antes que nada.